Pintor de la corte de Felipe IV, en el Siglo de Oro, Vélasquez llevó allí una larga carrera que contribuyó a la brillantez del barroco español. Sus deberes oficiales nunca lo distrajeron del único objeto de sus preocupaciones: la búsqueda de la verdad humana a través del tratamiento de la luz y el espacio.
1. Andalucía nativa
El mayor de una familia de seis hijos, bautizado el 6 de junio de 1599, Diego de Silva Vélasquez -quien luego revertiría el orden de sus apellidos- es de noble cuna. Admitido, a los 11 años, en el taller del pintor Francisco Pacheco, se convirtió en su alumno predilecto y, en 1618, en su yerno.
También está sujeto a la doble influencia del realismo de Herrera el Viejo y del caravagismo introducido por José de Ribera. Luego pintó naturalezas muertas (bodegones), Los retratos (Anciana cocinando huevos, su primer trabajo data [1618]), escenas de género y pinturas religiosas (Adoración de los Magos, 1619), todos los cuales acentúan los contrastes de luz y color al tiempo que acentúan la expresión de los volúmenes.
2. El monarca y el pintor
Felipe IV de España
Introducido en la corte de Madrid a través del conde-duque de Olivares, el todopoderoso ministro de Felipe IV, Velásquez fue nombrado pintor del rey en 1623.
Entre Felipe IV, joven soberano enamorado de la pintura, y Vélasquez, joven pintor lleno de ambición, se estableció una relación de confianza que, durante casi cuarenta años, dio lugar a uno de los más suntuosos ejemplos de mecenazgo real. Además de su título oficial de pintor del rey, Vélasquez acumula funciones que le llevan a asumir pesadas cargas administrativas (como supervisar la conservación y embellecimiento de los palacios de Madrid).
Velázquez, el triunfo de Baco
Retratista no solo del monarca, sino de la familia real y los cortesanos, también ejecutó, en 1627, La expulsión de los moros (desaparecido), lo que refleja su admiración por Tiziano, tan bien representado en la galería real, y, en 1628-1629, los bebedores Dónde el triunfo de Baco, que rinde homenaje a Caravaggio mezclando un sujeto mitológico (el dios Baco) con una escena realista (un grupo de campesinos).
3. Viajar a Italia
Instado por Petrus Paulus Rubens, a quien conoció en Madrid, a viajar a Italia, Velásquez obtiene el permiso real para visitar la tierra de los pintores que más admira. Permaneció allí desde agosto de 1629 hasta enero de 1631.
En Roma pintó Jacob recibe la túnica de José (1630) y Forja de Vulcano (id.), demostrando que Italia le permitió flexibilizar su dibujo y renunciar al claroscuro: ahora acampa sus figuras en un espacio bañado por el aire, entre armonías de grises, ocres y verdes que sólo él le pertenecen.
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