Basilisco – Mitología –

Conocido como el rey de las serpientes, ya que todos los demás, al escuchar su silbido, huyeron dejando atrás hasta un posible festín de alguna presa, el Basilisco era una criatura que, se suponía, nacía de un huevo y se asemejaba a la cabeza de Medusa, al punto que, tan horrible era la vista de esa criatura, cualquiera que se atreviera a hacerlo, moría de inmediato.

El poder de muerte del basilisco, según la leyenda, era tan fuerte que si un caballero lo mataba con una lanza, su veneno seguiría al arma, matando no solo al caballero, sino también a su caballo. Como en toda la leyenda sobre monstruos, en el Basilisco aparece la figura de un santo. Se dice que un hombre santo, mientras se detenía en el desierto para beber agua, vio un basilisco y, rezando al cielo una oración piadosa, hizo que el monstruo cayera muerto a sus pies.

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Los poderes superiores del basilisco son confirmados, a pesar de algunas reservas, por varios sabios como Galeno, Aviceno y Scaliger. Como Medusa, los ojos de Basilisco mataban a quienes los miraban, pero los cazadores que estaban dispuestos a matarlo usaban espejos para que, al ver su propia imagen reflejada, Basilisco se suicidara con su propio poder.

El único animal que pudo enfrentarse al basilisco y golpearlo fue la comadreja que luchó ferozmente contra el monstruo, y cuando lo hirió se retiró para comer ruda, que era la única hierba que el basilisco no podía destruir. Después de eso, la comadreja regresó a la batalla con más furia y se detuvo cuando destruyó al monstruo. Otra cosa que asustó al basilisco fue el canto del gallo. Quizás debido a la forma en que la leyenda relata el nacimiento del monstruo, solo podía morir al escuchar el canto del gallo.

Después de su muerte, el cadáver del basilisco se colocó en el templo de Apolo y Diana. También se colocó en casas, por su efecto contra las arañas.

Fuente
Bulfinch, Thomas, 1796-1867 – El libro dorado de la mitología: la era de la fábula: historias de dioses y héroes / Thomas Bulfinch – 9a Ed. – Río de Janeiro: Ediouro, 2000.

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