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O cáncer de cuello uterino es uno de los tipos de cáncer más frecuentes y con una tasa de mortalidad considerable en la población femenina. Si bien las tasas de mortalidad son altas, si la enfermedad se descubre temprano, tiene grandes posibilidades de éxito en el tratamiento y hoy en día, con todo el sistema de detección disponible, estas tasas están disminuyendo. El principal factor de riesgo para el desarrollo de este cáncer es una infección persistente con algunos tipos oncogénicos de la Virus del papiloma humano – VPH.
El VPH es altamente contagioso y está relacionado con una de las enfermedades de transmisión sexual más comunes en el mundo, las verrugas genitales. En general, la infección es transitoria y el sistema inmunológico la elimina sin mayores problemas. Además de ser responsable de las lesiones benignas de la piel y las membranas mucosas, el VPH también está involucrado en el desarrollo de varios tumores, incluido el del cuello uterino. El VPH juega un papel central en el desarrollo de la enfermedad y se detecta en casi el 100% de los cánceres de cuello uterino. Es de destacar que la infección genital por VPH es muy frecuente y, en general, no causa enfermedad porque es combatida por el sistema inmunológico del individuo, sin embargo, en algunos casos existe una infección persistente que puede generar cambios celulares que progresan a cáncer.
Síntomas
Inicialmente, este tipo de cáncer suele ser silencioso y las mujeres con lesiones precancerosas o cáncer de cuello uterino en etapa inicial son asintomáticas, por lo que la detección es tan importante. Cuando los síntomas comienzan a aparecer, es posible que la enfermedad ya se encuentre en una etapa avanzada.
Los síntomas más comunes son: sangrado irregular, es decir, fuera del período menstrual, flujo vaginal que puede ser purulento y fétido, dolor durante las relaciones sexuales, dolor local y pérdida de peso, fatiga y náuseas.
Diagnóstico
En general, el diagnóstico se realiza a través de la prueba de detección de Papanicolaou (citología oncótica) que detecta lesiones precursoras. Toda mujer que ha tenido o ha tenido una vida sexual debe hacerse la prueba. Cuando no hay lesiones visibles, pero la prueba de Papanicolaou muestra un resultado anormal, las mujeres se someten a una colposcopia con biopsia dirigida de las lesiones sospechosas para un examen anatomopatológico. Las pruebas moleculares también ayudan a diagnosticar el ADN del virus, pero no están indicadas por sí solas ya que la infección por VPH es muy común y encontrar el ADN del virus no significa que una persona tenga o vaya a desarrollar cáncer.
Tratamiento
No existe un tratamiento específico para la enfermedad y cada caso debe ser evaluado y guiado por un médico especialista. Entre los tratamientos más comunes se encuentran la cirugía, la quimioterapia y la radioterapia.
Prevención
Actualmente, la vacuna contra el VPH está disponible. La vacuna tetravalente contra el virus está indicada para niñas de 9 a 13 años y más recientemente se ha extendido a niñas de 14 años y niños de 12 a 13 años y protege contra los subtipos 6, 11, de bajo riesgo, asociados con verrugas genitales y de alto riesgo 16 y 18, que son responsables de alrededor del 70% de los casos de cáncer de cuello uterino.
Recordando que este tipo de cáncer tiene una fuerte influencia en el comportamiento sexual porque el virus se transmite sexualmente, el uso de condones durante las relaciones sexuales ayuda a reducir el riesgo de contagio. La falta de acceso y búsqueda del sistema de seguimiento dificulta el tratamiento de la enfermedad. La infección por VPH generalmente persiste durante varios años hasta que se desarrolla el cáncer, y solo una pequeña proporción de mujeres infectadas con el virus desarrollará cáncer de cuello uterino.