Capitalismo flexible: economía, sociología y trabajo

Existe un consenso, que abarca a autores de distintas corrientes de pensamiento, que en las últimas décadas el capitalismo, como sistema que organiza nuestras vidas y economías, ha experimentado algunos cambios significativos y profundos. Este proceso de reorganización del capitalismo, cuyo alcance es global, estuvo marcado por la crisis de 1973. Desde la década de 1970 hasta la actualidad, hemos asistido al surgimiento de esta nueva fase, que recibió diferentes nombres, entre ellos el de capitalismo flexible. Veamos algunas de sus características principales.

Con el avance acelerado de las tecnologías de la información y la comunicación, hemos identificado en el capitalismo flexible la formación de grandes cadenas productivas globales. Las empresas se convirtieron en transnacionales, trasladando sus plantas de producción a partes del mundo que ofrecían un precio laboral más atractivo. Además, la producción en masa de bienes altamente estandarizados, típica del fordismo, ha sido reemplazada por la producción. justo a tiempo. Es decir, la producción bajo demanda se centra en nichos de consumidores específicos. Este modelo, marcado por la tecnología de automatización, también fue conocido como toyotismo, una referencia a los procedimientos innovadores adoptados por Toyota Motor, una empresa automotriz japonesa.

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En el ámbito laboral, el capitalismo flexible se caracteriza por una mayor versatilidad del trabajador. Si antes las empresas y fábricas exigían a sus empleados el dominio de una única tarea superespecializada, en el capitalismo flexible el trabajador debe poder realizar diversas ocupaciones, dominando distintas etapas del proceso productivo o de servicio. Los contratos de trabajo también se han vuelto más flexibles, siendo la subcontratación una característica central de este nuevo modelo de organización del trabajo. En el capitalismo flexible, asistimos al auge de los contratos temporales y más volátiles, acompañado de un aumento del trabajo informal y autónomo. En Brasil, la informalidad afecta ahora a casi la mitad de la población económicamente activa. El fomento del emprendimiento y la formación de microempresas individuales (MEI) también son marcas de este nuevo modelo.

Otro rasgo llamativo es la hegemonía del capital financiero frente al capital industrial. Con la creciente desregulación del mercado financiero, asistimos al crecimiento del poder de estas instituciones vinculadas a transacciones en bonos, créditos y otros papeles negociables, como los bancos. Todos estos procesos han estado marcados por momentos de crisis y aumento del desempleo. Debido a la expansión del crédito, en muchos países desarrollados, el aumento del consumo se produjo sin un aumento significativo de los ingresos familiares. Ésta es una de las claves importantes para entender la crisis global de 2008, que tuvo su epicentro en Estados Unidos.

Finalmente, en el ámbito político, podemos decir que el capitalismo flexible estuvo acompañado del avance de los gobiernos neoliberales. De manera muy simplificada, podemos caracterizar el neoliberalismo a partir de la adopción de tres pilares centrales: la desregulación de la economía, la privatización de empresas públicas y el recorte de gastos. Así como el toyotismo puede verse como una respuesta a la rigidez del modelo fordista, el neoliberalismo surge como una alternativa al llamado Estado de Bienestar.

Cabe señalar que el proceso de transición hacia el capitalismo flexible, aunque es una tendencia global, no se da de manera instantánea ni igualitaria en todo el mundo. En Brasil, por ejemplo, solo observamos estos cambios con mayor intensidad a partir de la década de 1990. Sin embargo, aquí, como en otros países, las características de los modelos anteriores se mezclan con estas nuevas tendencias, creando un modelo muy híbrido.

Bibliografía:

HARVEY, David. La condición posmoderna. São Paulo: Loyola, 18a ed., 1992

SENNETT, Richard. La corrosión del carácter: consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo. 5ª ed. Río de Janeiro: Record, 2001.

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