Comunitarismo – Política

El comunitarismo es una corriente teórica que surgió durante la década de los ochenta y tiene como objetivo rescatar la importancia de la idea de comunidad (especialmente en discusiones sobre los fundamentos filosóficos de la política y la ética). Este movimiento se da principalmente en Estados Unidos y sus principales teóricos son Michael Sandel, Michael Walzer, Alasdair MacIntyre y Charles Taylor. El comunitarismo está muy presente en las discusiones sobre los diferentes principios que rigen la justicia. Apareciendo en el contexto de la posguerra fría, busca contrarrestar la acentuación del individualismo en el pensamiento liberal. Sin embargo, de ninguna manera el comunitarismo rompe con el liberalismo, es solo un intento crítico de restaurarlo promoviendo los intereses comunitarios.

El pensamiento comunitario es bastante diverso y se divide en dos grandes grupos. Por un lado, tenemos comunitaristas conservadores, que cultivan un tono nostálgico y lamentan el declive de la comunidad, por otro lado, tenemos comunitaristas progresistas, que creen que es posible restablecer los lazos colectivos ante el surgimiento de una nueva política. formato de la sociedad. En común, los diferentes aspectos critican algunos aspectos de la forma liberal de concebir la sociedad y la justicia. El liberalismo ve al individuo dotado de racionalidad y autonomía, un sujeto que hace sus elecciones de forma racional, independientemente del contexto en el que vive, y que debe ser juzgado por el Estado sin tener en cuenta las especificidades del entorno en el que se encuentra. socializado. Este individuo abstracto debe tener su libertad respetada y entendida como la posibilidad de contraer únicamente los compromisos que ha pactado previamente e individualmente. Parece un debate vago, pero está en el fondo de temas controvertidos de nuestro tiempo, como la aplicación de acciones afirmativas, la práctica de la eutanasia y la legalización del aborto. Si somos individuos autónomos con libertad bajo nuestro cuerpo, la eutanasia y el aborto deben ser prácticas despenalizadas. Si no estamos comprometidos con la comunidad, sino solo con nosotros mismos, no hay justificación para acciones afirmativas o la necesidad de cuidar a los demás.

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Para los comunitaristas, esta visión es débil porque pone en segundo plano la influencia que tiene sobre nosotros el entorno en el que vivimos. Los individuos no son seres abstractos que actúan únicamente según la razón. Lo que somos es el resultado de nuestra historia, de lo que nuestros antepasados ​​hicieron de nosotros. Nuestras oportunidades y restricciones también están definidas por el lugar donde nacimos y ciertos compromisos con quienes nos rodean. El comunitarismo critica el pensamiento liberal por descuidar el papel de las colectividades en la vida política, dejando la esfera pública en un segundo plano. No es casualidad que nuestro ordenamiento jurídico, fuertemente basado en paradigmas liberales, tenga dificultades para atender casos en los que existen intereses o perjuicios colectivos.

Inspirado por la discusión de Aristóteles sobre la ética, el comunitarismo defiende una concepción de la justicia que está arraigada en los valores cultivados colectivamente por una comunidad. El conjunto de principios que esa comunidad define como buenos definirá lo que considera justo o injusto. Parece un cambio simple, pero haría una gran diferencia si se pusiera en práctica, ya que los intereses y responsabilidades individuales se superpondrían a los miembros de la comunidad. Según Sandel, las políticas de reparación –como la indemnización que paga el Estado alemán a los sobrevivientes del holocausto– son un ejemplo de comunitarismo, cuando la sociedad asume la responsabilidad colectiva de sus acciones, fortaleciendo su compromiso con el colectivo al que pertenece.

SOCIOLOGÍA

El comunitarismo se distingue del «tribalismo», que es la retirada a una comunidad presentada como autoritaria. El significado, de ningún modo peyorativo, designa la necesidad de preocuparse, en pie de igualdad con la libertad y la igualdad, por una forma de solidaridad que no es ni artificial ni sujeta a una universalidad ajena a la historia. Justicia ligada a la sociabilidad, el deseo de que los individuos reaccionen espontáneamente, sin que sea imprescindible reclamar derechos: estos son los motores de un comunitarismo presentado como loable. Podría parecer justificado inculcarlo en la República para que conozca una cohesión de facto, una armonía que no tenga la fragilidad de lo revocable por la duda, por la desconfianza. Llegamos a un escollo cuando tal doctrina equivale a una cultura de reflexión: reflejo de tradiciones, reflejo de la composición étnica de una población, reflejo de los prejuicios de un grupo … La comunidad puede ser criticada por plantear como fuente de la norma, propensa a la intolerancia, incluso a la intimidación y la condena de la desviación.

No podemos evitar la cuestión del “estar-con”, para usar la expresión del filósofo francés Jean-Luc Nancy, quien observa que la noción de individuo es reciente, siendo la comunidad históricamente la primera. Estar con es a la vez primordial y problemático, ya que, con el énfasis puesto en el individuo, uno se pregunta cómo “establecer una conexión”. La globalización introduce una paradoja: en un mundo que transforma, la comunidad se enfrenta a sí misma.

La estandarización no impide que surja la búsqueda de la identidad. Los comunitarismos (en plural) se ofrecen entonces como baluarte de estas identidades que se perciben amenazadas. De la idea de baluarte a la del resentimiento, el paso a menudo se da rápidamente. Dentro la enfermedad del Islam (2002), Abdelwahab Meddeb evoca «Islam, desconsolado por su destitución». Este sentimiento de fracaso muestra que una comunidad que ya no se considera el motor de la modernidad está tensa por la evocación de una edad de oro.

Así, el comunitarismo se convierte en la fusión entre una comunidad y sus mitos.

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