Crónica literaria – Escritura –

LA crónica literaria, como la serie, tiene su origen en la prosa francesa del siglo XIX. Hijos del periódico, estos géneros aparecen en un momento en que los medios de comunicación se masificaron, con tiradas relativamente grandes y contenidos accesibles al público sin educación. A partir de entonces, tanto el librito como la crónica tuvieron su lugar asegurado en prácticamente todos los periódicos. Sin embargo, mientras que el primero constituye un espacio reservado a las narrativas de ficción, la crónica, por regla general, es un texto con un lenguaje un poco más cercano al de los reportajes, que registra y comenta la vida cotidiana de la ciudad, el campo o el mundo. Según la crítica Leyla Perrone-Moisés:

[A] crónica de características modernas, […] publicado en un periódico o revista y muchas veces reunido en volumen, se centra en un hecho cotidiano que ha llamado la atención del escritor, y parece, a primera vista, no tener un carácter propio ni unos límites muy precisos. De hecho, se clasifica como expresión literaria híbrida o múltiple, ya que puede adoptar la forma de alegoría, necrología, entrevista, invectiva, apelación, reseña, confesión, monólogo, diálogo, alrededor de personajes reales y / o imaginarios, etc. […] siempre implicando una mirada personal, subjetiva, ante cualquier hecho de la vida cotidiana, la crónica estimula la vena poética del predicador; o permitirle que revele sus habilidades para contar historias.

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El escritor Affonso Romano de Sant’Anna también señala esta doble característica de la crónica:

Es un género intermedio entre el periodismo y la literatura. Como texto periodístico, es aquel en el que se admite un alto grado de subjetividad. El resto de periodistas tiene que ser más objetivo. El cronista va a Oriente desde Occidente, o viceversa. También es un género de difusión. El recorte de la crónica adquiere un significado especial. El lector toma posesión del texto, lo guarda en su billetera, en su diario, lo reproduce y lo transmite como un talismán creando una especie de cadena. Por eso, ya pensaba que entre el diario y el libro, tal vez fuera necesario entregar las crónicas por separado al lector, y en un papel más resistente, en una caja o carpeta donde eligiera las que quisiera.

Así, por su estilo diferenciado y, en cierto modo, libre de exigencias como la objetividad, la imparcialidad, la urgencia o el aburrimiento, la crónica se presenta como un espacio privilegiado para la defensa de opiniones ajenas al sentido común presente en el planteamiento de las noticias. El cronista observa el mundo y lo presenta a los lectores según su interpretación, asumiendo el papel del intelectual vinculado a los conflictos de su tiempo. Liberarse de las reglas que rigen la práctica periodística otorga al cronista una mayor autonomía para difundir visiones alternativas sobre temas de actualidad y, no pocas veces, suscitar perplejidades.

Los textos del género están marcados, principalmente, por comentarios personales y la mirada subjetiva. En este sentido, la crónica funciona como un elemento de perturbación de la objetividad, ampliando las posibilidades de lectura del periódico. Si los hechos y el tiempo son la materia prima de la noticia, también es con los hechos y la noticia que juega la crónica. Solo ella los explota para superarlos.

La mayor parte del tiempo, la crónica se desarrolla en el tono de una conversación ligera y accesible. El texto suele ser breve y accesible, lo que lo acerca a lectores de todas las edades. Cuando los lectores se identifican con las opiniones expresadas por el autor, terminan considerándolo como una especie de “amigo” más culto, a quien eligen como portavoz de sus ideas.

Con la llegada del nuevo modelo de periodismo, muchos de los profesionales de la prensa acostumbrados a los viejos estándares optaron por centrarse en la crónica, un espacio donde poder ejercer libremente el papel de polemistas, haciendo uso de recursos como la sátira, la ironía. , exposición de sentimientos y reflexión sobre temas presentes en la vida diaria. La intersección de diferentes temas y géneros también es un aspecto que se puede observar repetidamente.

Entre los más grandes cronistas de la historia del periodismo brasileño, Machado de Assis, Lima Barreto, João do Rio, Cecília Meireles, Rubem Braga, Nelson Rodrigues, Paulo Mendes Campos, Clarice Lispector, Fernando Sabino, Carlos Drummond de Andrade y Vinícius de Moraes, entre otros.

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