Culto a la personalidad – Política

La expresión «culto a la personalidad» fue utilizada por primera vez en 1956 por Nikita Khrushchov durante el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética. Jruschov asumió el cargo de secretario general de este partido tras la muerte de Joseph Stalin, asumiendo el liderazgo de la URSS hasta 1964 y promoviendo reformas que comenzarían a desmantelar la rígida estructura de centralización política y económica que se había apoderado del estado soviético. Después del discurso de Jruschov, el término pasó a utilizarse para referirse a la estrategia política de exaltación exacerbada de los líderes estatales, especialmente en contextos autoritarios.

El concepto de culto a la personalidad se refiere a una forma de propaganda que eleva la figura de los líderes políticos a dimensiones cuasirreligiosas. Los discursos de este tipo de propaganda buscan promover de manera exagerada los méritos y cualidades de los líderes en cuestión, ocultando siempre las críticas o defectos que puedan formar parte de su personalidad e historia. El culto a la personalidad parte de la concepción errónea de que la historia no la hace la sociedad misma, sino únicamente las acciones de grandes figuras capaces de manifestar la voluntad general. Esta concepción no es un error accidental, sino una forma estratégica de legitimar la dominación ejercida por el líder, pre-justificando sus acciones y creando un clima de adoración y miedo.

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Especialmente durante el siglo XX, el uso del culto a la personalidad como estrategia de poder se puede observar en diferentes partes del mundo. La exaltación de las personalidades políticas fue uno de los rasgos utilizados para caracterizar a los regímenes clasificados como “totalitarios”. Cada uno de ellos tenía una estética única de propaganda política encargada de representar y difundir sus ideologías y programas estatales. Benito Mussolini, en Italia y Mao Tse-Tung, en China, son también ejemplos de líderes carismáticos que han adoptado, con considerable éxito, la estrategia del culto a la personalidad.

Desde un punto de vista material, el culto a la personalidad se expresa de varias formas. En China, por ejemplo, incluso hoy en día encontramos paneles gigantes que representan el rostro de Mao Zedong en lugares públicos estratégicos. En España se exaltó la figura del dictador Francisco Franco mediante la repetición de canciones, himnos y poesías que hablaban de sus supuestas virtudes y logros históricos en defensa del pueblo español. En la Alemania nazi, el culto a la personalidad de Hitler también se expresó a través de gestos, rituales y longitudes que ahora todos conocemos, como el brazo extendido y el saludo. ¡Heil Hitler!. Los últimos años del estalinismo estuvieron marcados por proyectos megalómanos para la construcción de monumentos y estatuas gigantes en todo el territorio de influencia soviética, hoy puntos de visita que atraen a turistas interesados ​​en la historia de la Guerra Fría. En todos estos casos, los medios de comunicación asisten en la construcción de estas narrativas impregnadas de intenciones políticas, trazando un perfil heroico de estos sujetos.

Por lo general, la caída de regímenes que hacen un uso extensivo del culto a la personalidad está marcada por escenas históricas de depredación y quema de estos símbolos. Uno de esos episodios, que pudimos ver hace unos años, fue el derrocamiento de las estatuas de Saddam Hussein en Irak. Hoy, Corea del Norte es quizás el país donde el culto a la personalidad del jefe de Estado, Kim Jong-un, está más presente. Aunque más relevante en los regímenes dictatoriales, el culto a la personalidad también está presente en los regímenes democráticos, siendo evidente en el trato que los medios de comunicación dan a algunas figuras durante escenarios políticos en los que las disputas por la posibilidad de poder escalar.

Bibliografía:
ROSENTAL, M y LUDIN, P. Diccionario Filosófico, Montevideo: Ediciones Pueblos Unidos, 1965

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