Devaluación del trabajo femenino – Sociedad

La devaluación del trabajo femenino ocurre debido a la colocación de las mujeres al margen de las tareas remuneradas. Este tema hace referencia a un período histórico en el que las mujeres fueron apartadas estratégicamente del sistema económico: la Baja Edad Media.

En ese momento, el matrimonio y la maternidad eran básicamente carreras de mujeres. Encargada de procrear, aunque fuera ajena a su voluntad, la condición femenina se restringía a la realización de los servicios domésticos. Con eso ayudarían a sus maridos, que trabajaban fuera de casa. Sin embargo, incluso estas actividades caseras, como la producción de prendas de vestir, se consideraron «no laborales». Sin remuneración, se las consideraba simples actividades de subsistencia. Algunas personas se negaron a comprar estos productos, porque la producción era casera.

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Así, hubo una drástica disminución de mujeres trabajadoras en ese período. Anteriormente, muchos trabajaban en partos, producción de cerveza, entre otras actividades más especializadas. De su limitación a los deberes familiares, permanecieron las funciones de empleada doméstica, nodriza, vendedora ambulante y campesina.

Mujeres y relaciones laborales

En la Edad Media, los roles de las mujeres se consideraban supuestamente inútiles, a pesar de que eran importantes para la economía doméstica. Posteriormente, ya en el sistema capitalista, se introdujeron en el mundo laboral de forma precaria. Esto se debió a la insuficiente absorción de mano de obra inherente a este sistema económico. Así, hubo una marginación de los contingentes femeninos, que anteriormente estaban estructuralmente excluidos.

De esta forma, el sistema económico, para ocultar sus propias fallas en el funcionamiento, comienza a devolver a las mujeres a las funciones reproductivas y, en consecuencia, a socializar una generación de nuevos trabajadores. Así, apoyado por los medios hegemónicos y por los teóricos que prueban esta exclusión, el sistema económico reafirma su efectividad. Con esto, crea las etiquetas idealizadas para el sexo femenino. En otras palabras, trabajos con salarios más bajos, sin derechos; y actividades no remuneradas.

El desempleo es una de las bases del capitalismo para mantener la demanda de salarios bajos, así como para enfriar los reclamos laborales. Así, cuando los trabajadores varones alcanzan un alto nivel de empleabilidad, corresponde a las mujeres cumplir el papel de desempleados. En este sentido, el capitalismo absorbe precariamente la fuerza laboral femenina para dejarla al margen de la economía. Para ello, el sistema realiza una forma de especialización del trabajo de la madre o de las actividades domésticas. Los frutos de este proceso son las actividades de atención, generalmente relacionadas con las mujeres: maestras de primaria, trabajadoras del hogar, auxiliares de salud, tejedoras, entre otras.

Brasil

Este escenario, aunque presente en la mayoría de las naciones occidentales, se refleja con énfasis en Brasil. En 1827, la ley determinó que existía una separación entre niñas y niños en las escuelas primarias. Además, sus hojas de vida deberían ser diferentes. Esta misma ley indicó que la enseñanza para mujeres debe ofrecer clases de bordado, costura, corte y obsequios domésticos.

Salarios desiguales

Con la inserción de mujeres en fábricas y empresas de diferentes segmentos, se percibe la diferenciación de salarios relacionados con los hombres. Como en el sistema capitalista los resultados del trabajo se distribuyen con desigualdad entre clases, existe una imposibilidad de igualdad económica y social. Por lo tanto, las mujeres, incluso en actividad, no pueden escapar de su condición inicial. Dentro de estas clases, dependiendo de la raza y el género de cada individuo, la jerarquía de poder se vuelve aún más visible.

La devaluación del trabajo de las mujeres se produce de forma camuflada. Si en la Edad Media el sexo y la etnia se consideraban explícitamente como factores de inferioridad, en el sistema hegemónico esta cuestión se plantea de forma más sutil. De esta forma, induce a sus integrantes, según sus características, a actuar según lo requiera el folleto económico. Así, la eliminación de la mano de obra femenina parece realizarse por una supuesta ausencia de las especialidades requeridas.

Según algunos sociólogos, la división sexual del trabajo es una cuestión de género. Esto ocurriría por la doble dedicación de las mujeres en relación al trabajo y las tareas del hogar: el famoso doble viaje. Este proceso tendría consecuencias por la falta de tiempo de estos ciudadanos en relación a otros temas como la formación académica y política, ya que gran parte de su energía se destina a las tareas del hogar. Así, no estarían precisamente excluidos de la esfera pública, sino que habrían entrado en una posición de desventaja debido a las diferentes calificaciones sociales y educativas relacionadas con el trabajo de hombres y mujeres.

Fuentes:

FEDERICI, Silvia. Caliban y la bruja. Mujer, cuerpo y acumulación primitiva. Trad. por Coletivo Sycorax, São Paulo: Elefante, 2017.

LOVATTO, Angélica. Desentrañar el poder del macho: un encuentro con Heleieth Saffioti. Revista Lutas Sociais, São Paulo, n. 27, p.110-118, 2º. semestre 2011.

https://www.ifch.unicamp.br/formulario_cemarx/selecao/2015/posters2015/Priscilla%20Cosme%2010250%20POSTER.pdf

https://www.ufrgs.br/arteversa/?p=1163

https://brasil.elpais.com/sociedade/2020-03-04/lei-escolar-do-imperio-restringiu-ensino-de-matematica-para-meninas.html

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