Doble jornada laboral – Sociedad

Limpiar la casa, cuidar a los niños, preparar la cena: muchas personas, después de una agotadora jornada de trabajo en sus puestos de trabajo, vuelven a casa y se enfrentan a esta rutina. A este fenómeno lo llamamos doble jornada laboral. Aunque el doble turno es común a la mayoría de la población brasileña, es más intenso entre las mujeres. Los datos recopilados por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) muestran que, en relación con los hombres, las mujeres dedican, en promedio, el doble de tiempo a los servicios domésticos y de cuidado. Los índices relevados por la Encuesta Nacional por Muestra de Hogares (PNAD) muestran que en 2016 los hombres dedicaron un promedio de 11 horas semanales a este tipo de trabajo y las mujeres, casi 21 horas. En 2019, el promedio de hombres se mantuvo estable, mientras que el de mujeres aumentó en una hora. Además, las investigaciones muestran que el matrimonio es un factor que tiende a aumentar esta carga de trabajo no remunerado para las mujeres y disminuirla para los hombres. Los datos reflejan, por tanto, una desigual división sexual del trabajo que se traduce en una sobrecarga femenina en la dinámica del doble turno.

Las consecuencias de este escenario son muchas. Al tener menos tiempo libre, las mujeres tendrán más dificultades para dedicarse a su carrera o educación, disminuyendo las posibilidades de ocupar una mejor posición en el mercado laboral y, por tanto, de incrementar sus ingresos. Además, el compromiso del tiempo libre limita las posibilidades de ocio y autocuidado, afectando la salud mental. Pero, ¿cuál es la fuente de esta desigualdad y cómo podría reprimirse?

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Foto: Rawpixel.com / Shutterstock.com

El problema tiene, sobre todo, raíces culturales. Si bien los debates de género han avanzado considerablemente en los últimos años, aún existe la creencia de que el cuidado del hogar y de los miembros de la familia, ya sean niños, una pareja o alguien cuya salud necesita una atención especial, es una tarea de responsabilidad exclusiva de la mujer. Estas ideas se transmiten de generación en generación a través de procesos de socialización, en los que, por ejemplo, las niñas aprenden que realizar estas tareas es su responsabilidad. Cuando ingreses a una juguetería, seguramente te enfrentarás a una sesión femenina llena de muñecas rosas y estufas. El feminismo ha estado trabajando durante décadas para deconstruir la idea de que las mujeres son naturalmente propensas a este tipo de servicio. No hay nada, desde un punto de vista biológico, que impida una división equitativa del trabajo en el ámbito doméstico.

El cambio de hábitos culturales es un proceso lento, que pasa por una profunda reflexión sobre la forma en que nos educan para cumplir con nuestras responsabilidades en el hogar. Sin embargo, existen medidas prácticas que podrían adoptarse en el ámbito de las políticas públicas. Por ejemplo, en Brasil, la baja por paternidad dura solo 5 días. En muchos países, como es el caso de Suecia y Cuba, los padres y las madres tienen la misma licencia después del nacimiento de su hijo, lo que refleja un reconocimiento por parte del Estado en cuanto a la corresponsabilidad del trabajo de cuidado desde la primera infancia. La ampliación de la oferta de plazas en las guarderías, la creación de restaurantes populares y centros públicos de atención a la tercera edad, son también algunas de las ideas que podrían aliviar el peso de la doble jornada laboral para todos.

Referencia:

FEDERICI, Silvia. La zona cero de la revolución: trabajo doméstico, reproducción y lucha feminista. Traducción: Colectivo Sycorax. Sao Paulo: Elefante, 2019.

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