Ehrlichiosis o ehrlichiosis canina – Enfermedades en animales

Ehrlichiosis es una enfermedad infecciosa causada por bacterias gramnegativas del tipo Rickettsia. Se transmite por garrapatas y afecta a los mamíferos. En Brasil, la especie que más se encuentra en los perros es la Ehrlichia canis, generalmente transmitido por la garrapata Rhipicephalus sanguineus, que causa «ehrlichiosis monocítica canina». Bacterias del género Ehrlichia son parásitos intracelulares, de leucocitos en mamíferos y células epiteliales intestinales y glándulas salivales en garrapatas.

La erliquiosis es una patología polisistémica que tiene un período de incubación de 8 a 20 días y 3 fases: aguda, subclínica y crónica.

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En la fase aguda de la enfermedad, la picadura de la garrapata inocula la bacteria en el mamífero. Durante la picadura, los componentes salivales de la garrapata actúan suprimiendo la inmunidad en el sitio, favoreciendo la infección. Ehrlichia se instala en células mononucleares de defensa de mamíferos (leucocitos), donde se protege y se multiplica. Dentro de estas células huésped, circula a través de la sangre y se instala principalmente en el bazo, el hígado y los ganglios linfáticos, provocando un aumento anormal de estos órganos.

Tras la fase aguda, tenemos la fase subclínica, donde hay una supuesta recuperación clínica y la enfermedad se vuelve asintomática entre los 40 y 120 días después de la infección. Esta fase puede durar desde 6 semanas hasta años. Pueden ocurrir algunos cambios en el sistema circulatorio, como vasculitis y trombocitopenia, y desajustes en la respuesta inmune. Durante este período, el animal puede infectar nuevas poblaciones de garrapatas.

La fase crónica es la fase en la que los signos son más evidentes y se asocian con daño vascular y compromiso inmunológico. Las complicaciones reportadas son: glomerulonefritis, supresión de la médula ósea, catabolismo de células musculares y hepatocitos. En este momento, el agente se encuentra en el bazo, los ganglios linfáticos y la médula ósea.

Los signos clínicos varían según el período de la enfermedad en el que se encuentre el animal. En la fase aguda, los signos son inespecíficos y la gravedad varía según el individuo. Por lo general, ocurren 14 días después de la infección y pueden ser leves o inexistentes. Los perros infectados pueden experimentar fiebre, anorexia y sangrado leve. En la fase subclínica los signos son leves, pudiendo producirse pérdida de peso, sugiriendo una evolución a la fase crónica. La fase crónica puede ocurrir meses o años después de la infección, con signos de agravamiento que pueden conducir a la muerte. En esta etapa se observan signos hemorrágicos como melena, hemorragias nasales, petequias, hematomas y sangre en la orina. También puede haber fiebre, mucosas pálidas, oftalmopatías, neumonía, insuficiencia renal, artritis, edema de extremidades e incluso signos neurológicos. Si afecta el sistema reproductivo, puede haber sangrado excesivo en celo, infertilidad y abortos espontáneos.

El diagnóstico es presuntivo por anamnesis, antecedentes o infestación por garrapatas. El diagnóstico definitivo se realiza mediante exámenes complementarios. Los frotis de sangre pueden mostrar mórulas dentro de los leucocitos en la fase aguda. También se puede diagnosticar mediante PCR y aislamiento de cultivos celulares, siendo este último el más sensible, sin embargo, lleva tiempo.

El tratamiento se realiza con terapia antimicrobiana, principalmente tetraciclinas, además del tratamiento sintomático como reposición hidroelectrolítica, complejos vitamínicos y antieméticos. Puede ser necesaria una transfusión de sangre. El pronóstico es favorable en la fase aguda, pero reservado en la crónica.

La medida preventiva es el control del vector de la enfermedad. La garrapata debe combatirse tanto en el animal como en el medio ambiente.

Fuente: Jericó, MM; Kogika, MM; Neto, JPA Medicina interna para perros y gatos tratados. 1. ed. – Río de Janeiro: Roca, 2015

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