El cristianismo en el Imperio Romano – Historia

La región de Palestina, donde vivían varios pueblos, entre ellos los judíos, pasó a formar parte de los dominios romanos en el 63 a. C. e influyó directamente en el surgimiento de una nueva religión. El cristianismo fue una religión que nació en el Imperio Romano, de la tradición judía que creía en la llegada de un mesías a la Tierra, quien se encargaría de pacificar a la humanidad, salvando a todos los considerados pecadores. Esta creencia fue responsable de la formulación de una nueva religión, que, aunque perseguida y oprimida, aseguró poco a poco, y con el tiempo, la adhesión de muchos fieles y se extendió por todo el Imperio Romano y, más tarde, por todo Occidente.

Jesucristo, el mesías del cristianismo, nació hace aproximadamente dos mil años, en la provincia de Judea (hoy Palestina), en un ciudadano llamado Belén. Para conocer a Jesucristo, es necesario entender la Santa Biblia y su Nuevo Testamento como fuentes históricas capaces de revelar evidencias de la cultura cristiana.

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Es a través de los Evangelios del Nuevo Testamento que llegamos a conocer a Jesucristo, quien es narrado como un hombre sabio, responsable de difundir las enseñanzas en toda la región de Judea, en arameo, alrededor del año 30 d.C. La novedad fue la creencia en un solo dios, porque en ese momento el Imperio Romano era politeísta. Con palabras tranquilizadoras, Jesucristo llevó consigo mensajes de empatía, amor al prójimo y humildad. Comenzó a declararse el mesías esperado, el que habría sido enviado por Dios. Esta postura generó controversia, tanto por parte de los judíos como por parte de las autoridades romanas, que temían su dominio sobre el pueblo.

Esta aversión por la figura de Jesucristo, acusado de promocionarse como el dios de los judíos, lo llevó a la cárcel. Su juicio fue conducido por Poncio Pilato, un miembro de la administración romana en la región de Judea. Su pena fue la crucifixión, sugerida a aquellos considerados criminales dañinos para la sociedad romana. Sin embargo, ni siquiera su muerte pudo contener la expansión del pensamiento cristiano, ya que sus enseñanzas continuaron siendo difundidas por sus seguidores, los apóstoles. Fueron los responsables de difundir el cristianismo en toda la región del mar Mediterráneo.

Jesucristo y sus apóstoles. Trabajo de Duccio di Buoninsegna / vía Wikimedia Commons

Muchos habitantes del Imperio simpatizaron con las ideas de la nueva religión, ya que además de predicar la igualdad entre los hombres, hablaba de humildad y amor al prójimo. Las persecuciones tampoco fueron suficientes para acabar con el cristianismo. Por lo contrario. Fortalecieron al pueblo cristiano, que se extendió por todo el Imperio Romano, primero entre las poblaciones más pobres, como los esclavos, llegando a los más ricos de la población.

Fue la llegada al poder de Constantino lo que cambió la relación del Imperio con el cristianismo. Constantino se convirtió al cristianismo en 313 y permitió que los servicios cristianos se llevaran a cabo sin amenazas de violencia o persecución. Así, en la figura de Constantino, el cristianismo ganó nuevos adeptos en todos los grupos sociales y se expandió con mayor facilidad, llegando a ser indispensable para un buen gobierno en el Imperio Romano, representando una fuerza de unión imperial. En poco tiempo, los cultos paganos fueron prohibidos y el cristianismo se convirtió en la religión oficial del Imperio Romano en el año 380 d.C. Hasta el día de hoy, el centro de la Iglesia Católica, el Vaticano, se encuentra en Italia.

Referencia:

FUNARI, Pedro Paulo. Grecia y Roma. São Paulo: Contexto, 2002.

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