Ensayos de Michel de Montaigne

Montaigne, portada de EnsayosMontaigne, portada de Ensayos

Obra de Michel de Montaigne.

El autor se dedica a una meditación sobre la “condición humana” y sobre el arte de vivir según la naturaleza, a partir de reflexiones que le han inspirado su lectura y su experiencia de vida. La obra se publicó en dos volúmenes en 1580 y se reimprimió en 1582. La tercera edición (1588), que se conserva en la Biblioteca Municipal de Burdeos, incluye más de seiscientas adiciones al corpus existente, así como un tercer libro. La última edición, ampliada y póstuma, fue publicada en 1595 por Pierre de Brach y Mlle de Gournay.

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Un titulo modesto

Montaigne es el primer autor en utilizar la palabra “ensayo” como título. En efecto, la tradición ofrecía muchas posibilidades para un libro como el suyo: “Mezclas”, “Variedades”, “Sentencias”, etc. Pero Montaigne no parece muy interesado en integrar su libro en un género codificado. Prefiere presentarlo como un libro fuera de género o, al menos, como un libro único. El título indica así una ausencia de pretensión dogmática, no un trabajo de un erudito, sino un intento (una «ejecución de prueba») tanto experimental como inexperto, por alguien «que no es de profesión». . Compuestos, el Ensayos llevar la marca de un autor que se hizo a sí mismo escribiendo.

Un nuevo arte de escribir.

[ align=»alignleft» width=»403″]Montaigne, página corregida de los Ensayos Montaigne, página corregida de Ensayos
Montaigne no es uno de esos «escritores indiscretos […] que, entre sus obras de la nada, van sembrando lugares enteros con autores antiguos para hacerse honor a sí mismos” (I, XXV). No oculta lo que toma prestado de sus ilustres predecesores, admitiendo «haberse mordido las uñas estudiando a Aristóteles» y reconociendo que bebe de Plutarco y Séneca «como las Danaides, llenando y vertiendo constantemente (I, XXV). Tampoco oculta el asombro, la admiración que le despierta la lectura de los escritos de los Antiguos. Habla de la humildad que siente apoderarse de «caminar cara a cara con esta gente» (I, XXV). Mais tout cela ne l’empêche nullement de laisser « courir » ses propres inventions, qui, parce qu’il n’en « replâtre », ni « recoud » les défauts, confèrent à son œuvre une originalité et une qualité qui ne doivent rien a nadie.

Al dejar que su mente y su pluma vayan de acuerdo con su imaginación, Montaigne acaba de crear un nuevo arte de escribir. Le gusta hacer «farcisura», como llama a sus divagaciones. Se extravía, «pero más por licencia que por error» (III, IX). Los títulos de sus capítulos “no siempre cubren el tema; muchas veces sólo lo denotan con alguna marca”. Como el poeta del que habla Platón, “vierte, con furor, todo lo que entra en su boca”. Si el lector pierde el tema, la culpa es de él solo, porque, para Montaigne, «la materia se distingue a sí misma: muestra bastante dónde cambia, dónde concluye, dónde comienza, dónde reanuda, sin entretejerla con palabras de conexión». y costura”.

Recepción y posteridad de Ensayos

La recepción es mitigada por los humanistas, contemporáneos de Montaigne y luego de Marie de Gournay. La primera edición de Ensayos fue recibido con reticencias por la Iglesia católica, que le reprochó en particular su condena de la tortura o su admiración por Théodore de Bèze. Montaigne precisa luego en la segunda edición que propone cuestiones, temas de debate, “no para establecer la verdad, sino para buscarla. »

Traducido en 1603 en Inglaterra por John Florio, el Ensayos influencia Bacon y Shakespeare. Aparte de La Bruyère y Guez de Balzac, los escritores franceses de 17y siglo, incluidos los jansenistas, son muy críticos. El trabajo fue puesto en el Índice en 1676.

En xviiiy siglo, los filósofos aprecian la sinceridad y la libertad de expresión de Montaigne; Voltaire lo describe como un “erudito en un siglo de ignorancia” y un “filósofo entre fanáticos”.

A su vez, Bossuet, Malebranche, Pascal, Rousseau, Chateaubriand o Michelet se enfadarán o irritarán al leer el Ensayos. Madame de Sévigné, Fontenelle, La Fontaine, Montesquieu, Voltaire, Sainte-Beuve, Anatole France o Gide hablarán de su seducción. Pero nadie permanece indiferente ante ello.

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