Fibromas uterinos: causa, síntomas, tratamiento

Fibras uterinas, también conocidos como fibroma, fibromioma, leiomiofibroma y fibroma, son neoplasias benignas que se encuentran en el útero.

Están compuestas por tejido muscular y son las masas uterinas más comúnmente encontradas, con una incidencia de alrededor del 20 al 30% en mujeres en edad reproductiva, encontrándose con mayor frecuencia en mujeres de 30 a 40 años. Estos tumores son más comunes en mujeres negras (50%), en mujeres blancas ocurre en 25% y con menos frecuencia en mujeres asiáticas.

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Aproximadamente el 30% de los casos presentan manifestaciones clínicas como irregularidades en el ciclo menstrual, siendo la menorragia la más frecuente. El aumento del volumen uterino suele provocar un aumento de la presión pélvica, relacionado con el dolor y la compresión de otras estructuras, como el recto y la vejiga, lo que provoca estreñimiento e incontinencia urinaria. Otros problemas como las complicaciones durante el embarazo y la infertilidad también pueden estar relacionados con el cuadro clínico.

El diagnóstico de los miomas uterinos se realiza mediante la asociación de datos del examen ginecológico y hallazgos de imagen, los cuales deben diferenciarse de otras condiciones como endometriosis, adenomiosis, carcinoma de endometrio y hemorragia uterina disfuncional. De estas, a excepción de la última, que es un diagnóstico de exclusión, otras enfermedades pueden coexistir con los miomas uterinos, dificultando el diagnóstico y el tratamiento.

Los fibromas se clasifican según su ubicación en el útero. Son ellos:

  • Fibroma submucoso: se desarrolla justo debajo del miometrio (capa que cubre la pared interna del útero). Este tipo de fibroma llega al interior de la cavidad uterina y puede cubrir gran parte de ella.
  • Miomas subserosos: crece justo debajo de la serosa (capa encargada de cubrir la superficie externa del útero). Este tipo de fibroma le da al útero una apariencia nodular.
  • Miomas pediculados: son tumores subserosos que crecen y se desprenden del útero, permaneciendo adheridos a él a través de un cordón delgado, llamado pedículo. Este tipo de fibroma puede crecer tanto dentro como fuera de la cavidad uterina.
  • Miomas intramurales: estos tumores se desarrollan dentro de la pared del músculo uterino. Cuando son grandes, pueden cambiar la forma de la pared externa o interna del útero.

Los fibromas pueden aparecer: solos o en cantidades variables; de diferentes tamaños; puede ser sintomático o asintomático. La gran mayoría son pequeños y asintomáticos. Sin embargo, cuando estos conducen a manifestaciones clínicas,

generalmente se incluyen en una de estas categorías:

  • Sangrado vaginal: es la manifestación clínica más comúnmente observada, caracterizada por una menstruación más voluminosa y / o que dura varios días. Los fibromas submucosos son los que suelen provocar este síntoma.
  • Dolor pélvico: se caracteriza por una sensación de pesadez en la pelvis y se ve comúnmente en los fibromas subserosos. Dependiendo de la ubicación del fibroma, pueden presentarse otras manifestaciones clínicas, como aumento de la frecuencia urinaria o retención de la orina (debido a la compresión de la vejiga), estreñimiento en los fibromas ubicados cerca del recto y dolor durante el coito en los fibromas más cercanos. a la región anterior del útero.
  • Problemas reproductivos: aunque los miomas no interfieren con la ovulación, pueden dificultar un eventual embarazo. Los fibromas grandes y múltiples que conducen a la deformidad de la cavidad uterina (generalmente intramural y submucosa) pueden aumentar el riesgo durante el embarazo, lo que puede causar aborto espontáneo, sangrado, ruptura del útero y problemas durante el parto. El riesgo aumenta cuando la placenta se implanta en el fibroma. Los fibromas subserosos generalmente no causan problemas durante el embarazo.

La sospecha del diagnóstico se alcanza a través de la historia del paciente, junto con la exploración física realizada por el ginecólogo. La confirmación se obtiene a través del examen de ultrasonido.

Existe consenso en que el mioma uterino solo deben tratarse cuando causen síntomas importantes. Cuando está asintomático, se debe realizar un seguimiento con regularidad.

Entre las opciones de tratamiento, hay básicamente tres:

  • Medicinal: este suele ser el primer paso en el tratamiento de los miomas. Esto tiene como objetivo controlar el sangrado, prevenir el crecimiento del tumor o disminuir su tamaño. En muchos casos, el uso de medicamentos antiinflamatorios por sí solos es suficiente para controlar los síntomas. Los fármacos más utilizados para reducir el tamaño de los fibromas son los análogos de GnRH. Estos, a su vez, conducen a una falsa menopausia, disminuyendo la liberación de estrógenos; también se utilizan para controlar el sangrado. Sin embargo, una vez finalizado el uso del medicamento, los fibromas vuelven a crecer y se puede usar durante un máximo de 6 meses.
  • Quirúrgico: está indicado en casos sintomáticos, porque los miomas son muy grandes, cuando hay signos de degeneración y cuando el mioma está provocando infertilidad. Se puede realizar una miomectomía (resección del mioma solamente) o una histerectomía (resección del útero).
  • Embolización: se realiza mediante la implantación de un catéter en el interior de la arteria uterina encargado de nutrir el fibroma, seguido de la administración de agentes que conducen a la formación de émbolos en el interior de la arteria, con interrupción del flujo sanguíneo. Este procedimiento está indicado cuando la paciente pretende preservar el útero o existen contraindicaciones para la histerectomía.

Algunas exploraciones, como la ecografía transabdominal, endovaginal, la resonancia magnética nuclear, la histerosalpingografía, la histeroscopia y recientemente la histerosonografía han contribuido al diagnóstico y localización de esta neoplasia, posibilitando la elección del tratamiento más adecuado.

Algunos investigadores dicen que cuando no hay síntomas, el paciente no debe ser tratado, sino mantenido bajo observación clínica, con exámenes anuales. Otros investigadores defienden el tratamiento de casos con volumen uterino compatible con 12 o más semanas de gestación, incluso asintomáticos.

Los médicos especialistas definen que la medicación ideal para tratar los miomas uterinos debe tener las siguientes características:

  • Capacidad para evitar la aparición de nuevos nódulos y reducir los procedimientos conservadores existentes o restantes;
  • Baja toxicidad para minimizar el impacto en la calidad de vida del paciente, aumentando así la adherencia al tratamiento;
  • Aliviar y controlar síntomas como la menorragia;
  • Administración oral o en depósito;
  • Bajo costo;
  • Tenga instrucciones claras.

Los fármacos actualmente disponibles están lejos de alcanzar este ideal, sin embargo, fármacos como los análogos de GnRH aparecen como buenas alternativas.

Los fármacos antiinflamatorios no hormonales se utilizan como primera alternativa, con el objetivo de controlar el dolor pélvico, con poco efecto sobre la menorragia. Sin embargo, su uso a largo plazo puede aumentar las posibilidades de sangrado y úlceras gastrointestinales.

Los progestágenos también se utilizan como primera línea en el tratamiento de los miomas uterinos, con el objetivo de controlar la menorragia. Sin embargo, pocos estudios apoyan la hipótesis de su uso para controlar el crecimiento tumoral.

La extirpación quirúrgica del fibroma varía, entre otras condiciones, con el deseo reproductivo del paciente. Dependiendo del número, ubicación y tamaño de los nódulos, la cirugía puede realizarse histeroscópicamente, laparoscópicamente o por laparotomía.

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