Guerra contra las drogas: qué es, sus resultados, historia

A principios de la década de 1970, el entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, declaró que el uso de drogas ilegales debía considerarse el principal enemigo público de la democracia. Esta famosa declaración marca el inicio de este fenómeno que llamamos Guerra contra las drogas. Con el apoyo y el estímulo de Estados Unidos, se han establecido intervenciones en todo el mundo, especialmente en América Latina, para reprimir el uso, cultivo y venta de narcóticos ilegales.

El tráfico internacional de drogas es un negocio muy rentable, posiblemente el más rentable de todos. Como cualquier comercio, incluye una amplia cadena de actores económicos. Al final tenemos al consumidor, que compra el medicamento al por menor. Cuando hablamos de retail, nos referimos aquí a toda la estructura vinculada a lo que comúnmente se llama «puntera» o «boca de humo». Esta estructura puede involucrar a un propietario, gerentes, guardias de seguridad y pequeños intermediarios, responsables de llevar el medicamento al usuario final. Ya sea a través del contacto directo o a través de los medios de comunicación, esta es la parte de la trata con la que estamos más familiarizados y llega al punto de emplear a miles de niños y adolescentes en la periferia. Sin embargo, el narcotráfico también engloba una red compleja que antecede a este, involucrando productores, financieros y traficantes internacionales. Por su ilegalidad, este comercio también demanda esquemas internacionales de lavado de activos y corrupción por parte de funcionarios públicos, además de tener como efecto colateral el desarrollo de otro poderoso tráfico: el de armas. En teoría, combatir las drogas implicaría actuar en todos los eslabones de esta compleja cadena.

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La guerra contra las drogas implica la lucha contra el tráfico de armas y narcóticos. Foto: Couperfield / Shutterstock.com La guerra contra las drogas implica la lucha contra el tráfico de armas y narcóticos. Foto: Couperfield / Shutterstock.com

Ha pasado medio siglo desde el inicio de la Guerra contra las Drogas, se han generado muchas críticas en el debate público. La prohibición más estricta del consumo no ha provocado una disminución en el número de usuarios. Además, las acciones de represión del narcotráfico han generado conflictos armados que continúan generando violencia y una enorme tasa de homicidios, que ya forman parte de la vida urbana brasileña. La Guerra contra las Drogas ha matado no solo a narcotraficantes, sino también a policías y residentes de comunidades donde se llevan a cabo operaciones militares. Una de las mayores críticas que se hacen a estas iniciativas es que las acciones de represión se centran en el comercio minorista de drogas, rara vez llegan a los grandes narcotraficantes y provocan una vida cotidiana violenta y letal en las periferias. Como consecuencia, hemos sido testigos de la pérdida de muchas vidas, especialmente de jóvenes negros.

En 2006, Brasil aprobó la Ley 11.343, conocida como Ley de Drogas. Su objetivo era instituir penas más leves para el usuario, lo que llegó a ser visto como un problema de salud pública, y endurecer la pena para los narcotraficantes. Sin embargo, la ley no define la diferencia entre consumo personal y tráfico en términos de la cantidad de drogas transportadas. La clasificación se da según las circunstancias de la incautación, como la ubicación y conducta del agente. El efecto de la ley en los últimos años ha sido incrementar la población carcelaria y, en particular, la población carcelaria femenina. Los movimientos sociales, especialmente el movimiento negro, han denunciado la política de drogas como una forma de racismo estructural, ya que el encuadre como narcotraficante ha sido mucho más frecuente entre negros que ni siquiera tenían antecedentes penales.

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