Hepatitis A –

También se le conoce como rayuela o derrame de bilis, a Hepatitis A es una inflamación del hígado causada por un virus llamado Virus de la hepatitis A (HAV), frecuente en áreas sin saneamiento básico o instituciones con bajos estándares de higiene. En general, la hepatitis A suele tener una evolución benigna, con alivio de los síntomas durante 2 a 3 semanas, sin dejar secuelas.
La hepatitis A puede presentarse desde formas asintomáticas (sin síntomas) hasta formas fulminantes, aunque raras, con tasas inferiores al 1% de los casos, en las que la rápida pérdida de la función hepática pone al paciente en un gran riesgo de muerte.

Transmisión: Vía fecal-oral (ingestión o contacto con agua o alimentos contaminados con las heces de los pacientes). También puede ocurrir entre personas que usan piscinas con agua mal tratada y comparten toallas o sábanas contaminadas con heces.

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Este tipo de hepatitis ocurre en áreas menos desarrolladas, donde las malas condiciones de higiene y saneamiento básico facilitan la contaminación. Más común en niños pequeños de 2 a 6 años, la enfermedad puede ser adquirida por personas de cualquier edad, que no la padecieron en la infancia y no tienen hábitos de higiene adecuados.

Síntomas: Inicialmente puede presentarse malestar general, dolores corporales, dolor en la parte superior derecha del abdomen, dolor de cabeza, cansancio, falta de apetito y fiebre, aversión a algunos alimentos y humo de cigarrillo. Poco después, suelen aparecer: coloración amarillenta de la mucosa y la piel (ictericia); orina oscura, similar al té fuerte o la coca-cola, a veces denominada rojiza; heces claras similares a la masilla y picazón en el cuerpo que resulta en marcas en la piel.

No existe una forma crónica de hepatitis A, a excepción de los casos fatales asociados con la forma fulminante. En general, el paciente se cura en 2 meses y está inmunizado contra la exposición futura al virus. En los casos que no presentan síntomas (asintomáticos) la persona solo se entera de que tenía la enfermedad al hacer un análisis de sangre casual.

Diagnóstico: Uniendo las quejas y los hallazgos del examen clínico, el médico sospecha el diagnóstico, que se confirma mediante análisis de sangre donde se detectan cambios hepáticos y anticuerpos de la fase aguda de la enfermedad por el virus de la Hepatitis A.

Tratamiento: No hay medicación específica. Cuando es necesario, el médico indica remedios para las náuseas, el dolor y la fiebre y el reposo. Algunos pacientes necesitan hidratación intravenosa porque no pueden ingerir agua y alimentos, debido a náuseas y náuseas. En los casos fulminantes, que son raros, la única forma de tratamiento es el trasplante de hígado.

Prevención: Saneamiento básico, principalmente, el control de la calidad del agua para consumo humano y un adecuado sistema de recolección de desechos humanos.

Cuando no existe un saneamiento básico adecuado, es importante utilizar agua tratada o hervida para fines alimentarios, además de seguir recomendaciones sobre la prohibición de bañarse en lugares con agua contaminada y el uso de desinfectantes en piscinas, ya que el virus de la Hepatitis A Se elimina junto con las heces en la fase de incubación (de 15 a 45 días) y en los primeros 10 días de ictericia. Las heces contaminan el agua que, si no se trata, contamina los alimentos y utensilios en el momento del lavado, llevando la enfermedad a nuevos individuos. Incluso en el baño, las personas pueden infectarse con el virus de la hepatitis A.

Otra forma de prevención es la vacuna contra la hepatitis A, recomendada para todos los niños a partir de 1 año y personas que viajan a zonas donde la enfermedad es frecuente. Es importante vacunar a niños y adultos que viven en guarderías, residencias de ancianos o prisiones, homosexuales y bisexuales, usuarios de drogas inyectables o no, pacientes con enfermedad hepática crónica, con sida o enfermedades de la coagulación, ya que este grupo tiene un alto riesgo de ser infectado.

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