La indisciplina en la escuela – Pedagogía

Introducción

Hay una gran complejidad involucrada en el tema que pretendemos discutir en este trabajo. Al mismo tiempo que tenemos que lidiar con esta realidad creciente, que es la indisciplina, tenemos que estar atentos a sus posibles causas y ver, por momentos, que también somos culpables de expandirla en los estudiantes. Ciertamente, lo que acabo de anunciar en estas primeras líneas sacude al lector, lo deja con serias dudas sobre la verdadera intención de este compacto artículo. Pero créeme. Las respuestas a la mayoría de las preguntas se encuentran en nosotros mismos, al igual que gran parte de la culpa de los problemas que han ocurrido a lo largo de nuestras vidas nos pertenece.

Son varios los factores que apuntan a una posible crisis en las aulas de nuestros colegios: profesores estresados, alumnos incrédulos y desacreditados, educación fallida, violencia física y psicológica, gran número de fracasos, evasión, etc. Estos son factores interconectados, es decir, el aumento de uno provoca el aumento del otro. De la misma forma, cuando logremos la reducción de este, también estaremos reduciendo aquél.

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El simple hecho de que estemos ante estos indicadores ya nos provoca el pánico. Ni siquiera sabemos por dónde empezar. Y para empeorar las cosas, no tenemos la instrucción suficiente para manejar con éxito estos casos, ya que hay una falta de educación continua tan predicada y nunca puesta en práctica. Pero una formación que contemple estos factores; eso indica las soluciones que tanto necesitamos. Basta de avalanchas de teorías que no nos llevan a ninguna parte, todo lo contrario, nos dejan cada vez más confundidos y sin saber a dónde ir.

Indisciplina y sociedad

No solo se culpa al docente por el problema de la indisciplina en el aula, a pesar de tener su parte de culpa, sino que también otros individuos e instituciones son responsables de esta realidad en constante evolución. La familia, la escuela, la sociedad, el propio alumno, todos, poco o mucho, contribuyen a la indisciplinarización de nuestros alumnos.

Según uno de los grandes estudiosos brasileños de la indisciplina, el profesor Celso dos Santos Vasconcellos, “… la disciplina consciente e interactiva es la capacidad de mediar la tensión dialéctica entre adecuación y transformación, con miras a lograr intencional y críticamente un objetivo. .. ”. A pesar de que la afirmación de Vasconcellos no nos reconforta, ya que hace aún más explícita la complejidad de la indisciplina, nos señala un norte. La indisciplina es la negación de la disciplina. Es la incapacidad de mediar en los conflictos dialécticos entre adecuación y transformación señalados por Vasconcellos.

Adaptarnos a la transformación de la sociedad, precisamente en la que vivimos, una sociedad marcada por la falta de límites, por la decadencia de principios básicos de respeto al otro, de solidaridad, de traspaso de fronteras, es una cuestión de conveniencia. Es mucho más fácil adaptarse a lo ilimitado que vivir regido por reglas, por límites. Aquí radica la dificultad del tema. Al mismo tiempo que el joven cambia con la sociedad de ilimitados, tiene que adaptarse a las reglas impuestas, en este caso, por la escuela. Aquí nace el primer foco de conflicto: de la necesidad que tiene la escuela de limitar los malos hábitos adquiridos en tierras ajenas a ella; lo fácil (sociedad) de afuera se convierte en lo difícil de adentro (escuela), por eso, por eso, la escuela termina siendo juzgada como opresiva, reteniendo la libertad de los estudiantes, anticuada, limitante. Cuando ocurre este conflicto, surge la indisciplina, ya que nace de la divergencia de valores.

La indisciplina y la familia

La institución familiar tiene un papel primordial en la vida educativa de los estudiantes. De ella proviene, en primer lugar, la Educación. Y es por su fracaso que hay una sobrecarga para la escuela, especialmente para los profesores. Cuando esto sucede, se envía una transferencia de responsabilidades a la escuela, que a menudo no logra resultados satisfactorios y transmite el problema a la familia. Un verdadero juego de tira y afloja sin ganadores.

«… Muchas veces la familia no educa, no da referencias básicas y traslada esta tarea a la escuela …». (Vasconcellos, 2013)

Todo comienza en el núcleo familiar. Los valores que debemos llevar para ejercer la ciudadanía se adquieren en el seno de la familia. A la familia se le garantiza el deber de transmitir valores como: respeto (en su sentido más amplio), ética, humildad, dignidad, deberes, etc. La ausencia de estos valores hace que surjan conflictos en la escuela, creando estudiantes rebeldes, maestros impotentes, educación fallida. Por tanto, la falta de compromiso de la familia con la educación de sus miembros provoca el aumento de la indisciplina, dentro y fuera de la escuela.

Indisciplina y maestra

El cuestionamiento de los docentes sobre la indisciplina actual de sus alumnos tiene un enfoque muy remoto, algo cercano a los 900 años atrás, con el llamado Currículo Instruccional Disciplinario. Con él pudimos «domesticar» a los alumnos; los mantuvimos con “riendas” cortas. En ese momento, pero también más allá, se evidenciaron los castigos físicos y psicológicos contra los estudiantes. Con el tiempo, y con la condena de estas acciones, el docente se fue adaptando a las nuevas realidades y creando medios punitivos para “combatir” los problemas de la indisciplina con el fracaso. Los remos, cinturones, cuerdas y enredaderas fueron reemplazados por evaluaciones.

Por eso, las valoraciones llevan su carácter punitivo a lo largo de los siglos, estando siempre rodeadas de un tabú inamovible. Sin embargo, hoy en día, la ineficacia de este método opresivo es cada vez más clara. Los estudiantes sometidos a exámenes con este fin aparecen aún más indisciplinados y disgustados contra los profesores. Sin duda, este método no resuelve, solo agrava.

El maestro pedagógico Celso Vasconcellos, creó el término Síndrome del Enrutamiento para designar la transferencia de responsabilidad del maestro para la coordinación o dirección. Pero esto no es solo una cuestión de responsabilidad, también es un caso de impotencia y la generación de más indisciplina. Cuando el maestro no puede contener su ánimo en el aula, envía al alumno a la sala de dirección o coordinación, demostrando al alumno su impotencia, su debilidad. Este último, a su vez, repite los actos indisciplinados por comprender esta debilidad y, principalmente, por comprender que acudir a estas salas no supondrá sanciones graves, salvo en los casos de expulsión, procedimiento que no es pedagógicamente recomendable.

“Sin embargo, el alumno quería sentir la firmeza del profesor. Y como no lo sentiste, ¿qué pasará? Lo más probable es que este alumno vuelva a tener otro acto indisciplinar para sentir esa seguridad. Si el maestro te vuelve a enviar, comienzas un círculo vicioso … ”(Vasconcellos, 2013)

A partir del Síndrome de Remisión surgen otros conflictos, por ejemplo, entre docente y coordinador o director. Al referir al alumno, el profesor espera que se le imponga un castigo estricto. En muchos casos, el maestro ya envía al estudiante con una solicitud de suspensión. Sin embargo, ¿no sería esa la intención del estudiante? Por tanto, la suspensión no es una actitud educativa y, por tanto, no es la más recomendada. Si la junta no suspende a este estudiante, el maestro se siente ofendido, sin importancia; mientras tanto el alumno socializa con los compañeros la irrelevancia del maestro, que cae en el abismo de la insignificancia, perdiendo toda la autoridad que la función le permite.

Si el alumno quiere sentir su firmeza, muéstrele firmeza. Actúa con disciplina. Si es posible, agregue dosis de humor a sus clases para relajar el estado de ánimo. No exagere las dosis de asignaturas, ya que su idea es mediar en el conflicto que existe en el aula. Habla con tus compañeros de trabajo; pregunte si los casos también les suceden a ellos; reflexiona sobre ti mismo; establezca círculos de diálogo con sus alumnos; trate de comprender qué es lo que perturba a los estudiantes acerca de usted y corrija estos actos; Sea amigo de los estudiantes, pero mantenga su actitud profesional. ¡Recuerda si! Los conflictos en el aula deben corregirse en el aula.

La indisciplina y la escuela

La escuela debe, sobre todo, tener un Proyecto Político Pedagógico que contemple los temas de la indisciplina. Para ello, la escuela debe convocar a familias, estudiantes, maestros, es decir, a toda la comunidad escolar para preparar el PPP; debe generar posibilidades de debate con los actores de la educación; Debe diseñar las reglas junto con los involucrados, ya que de esta manera se facilita el cumplimiento.

El PPP de la escuela debe ser explícito para que todos puedan consultarlo. Además de ello, el currículo escolar debe incluir los valores necesarios para la buena convivencia entre docentes, alumnos, dirección, coordinación, familia, personal de apoyo, en definitiva, buena convivencia y armonía entre todos los involucrados en promover la educación y la inserción del individuo. en la sociedad.

Además, siempre que sea posible, la escuela debe promover conferencias con especialistas, quienes debatirán el tema con la propiedad de quienes comprendan el tema con mayor profundidad. Otro factor importante es la promoción de la formación continua de los docentes, donde podrán adquirir conocimientos seguros para conducir adecuadamente los conflictos y contribuir a la elevación de la paz dentro y fuera del aula. También es prioritario posibilitar, siempre, el diálogo entre todos los implicados en la educación.

Indisciplina y estudiante

El alumno es el núcleo del proceso educativo. Es de él y para él que toda la educación está pensada. Lamentablemente, este alumno ha protagonizado escenas de terror en las escuelas, a través de la manifestación de una indisciplina explícita. Muchos de los estudiantes de hoy han perdido su enfoque en los estudios y apuntan a un norte divergente del señalado por la educación; quizás porque esperaban algo diferente de la escuela, quizás por las enseñanzas de la sociedad de las limitaciones, quizás por el fracaso de la familia, o incluso por la “insuficiencia” de la escuela. Lo importante es que el alumno se aleja cada vez más de las buenas cuestiones educativas, menos comprometido con su propia formación y mucho más agresivo.

El momento es de reflexión, es de pensar que la vida parece muy larga, pero cuando menos lo esperemos, estaremos en la vejez sin ni siquiera darnos cuenta de que el tiempo ha pasado tan rápido. Necesitamos ser conscientes de las responsabilidades que nos trae la vida. Se necesitan planes, metas, organización. Un presente rebelde se convierte en un futuro inestable. El estudiante muy importante al que nos referimos deberá recibir un “impacto” de la realidad; necesita despertar y darse cuenta de que no vive en un mundo de ilusiones, de superficialidades; tendrá que percibir la indisciplina como un indicador de un futuro fracaso, pero no tan lejano. Sería un buen camino para el docente, recorrer el camino de la conciencia del alumno.

«El éxito de la educación también depende de la mediación de conflictos».
(Robison Sá)

Referencia bibliográfica:
VASCONCELLOS, Celso. Disciplina e indisciplina en la escuela. Revista Presença Pedagógica, Belo horizonte, MG. v. 19, n. 112. Pág. 5-13, septiembre de 2013.

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