leonardo de vinci, la Virgen, el Niño Jesús y Santa Ana
Inscrita en un diamante, la composición de este cuadro es típica de un lenguaje clásico que, al mismo tiempo, inspira a Raphaël. Es cierto que el tema no es original, pero el artista innova en la forma de tratarlo, buscando resaltar una filiación teológica. Así aparece la madre de Jesús sobre las rodillas de su propia madre, Santa Ana. El signo que identifica al Mesías es el cordero pascual destinado al sacrificio. El artista logró marcar la diferencia de edad entre las dos mujeres conservando una innegable frescura en el rostro de Santa Ana: la sonrisa sutil y misteriosa, característica de varios rostros de Leonardo, incluido el de la Mona Lisa, está trabajando aquí. El vasto paisaje montañoso, testigo del interés del artista por las complejas formaciones geológicas, inspirándose en la realidad -los Dolomitas- nos introduce en un universo no menos misterioso. La imaginación del artista transfigura estas brumosas distancias, estas montañas, donde el ojo se pierde en algún enigmático laberinto, paisaje que encontramos no sólo en el retrato de Mona Lisa, sino también en los primeros Madonna con el clavel. Esta tabla sirvió como punto de partida para el famoso análisis de Freud (Un recuerdo de infancia de Leonardo da Vinci1910), quien creyó distinguir la forma de un buitre en el contorno del vestido azul que llevaba la Virgen, forma que Leonardo habría dibujado inconscientemente, haciéndose eco de un acontecimiento de su juventud: supuestamente fue atacado en su cuna por un buitre