El melodrama es un género teatral que comenzó a desarrollarse en el siglo XVIII, influyendo en las artes dramáticas hasta nuestros días. Su especificidad es el uso de la música y la acción dramática (diálogos hablados), aunque diferente a la ópera, en que utiliza música incidental para expresar la carga emocional de los personajes y las situaciones en las que se encuentran inmersos.

En el siglo XIX, el melodrama se definió como un género teatral, por utilizar la prosa de forma autónoma, en un lenguaje popular, lleno de misterio, sentimentalismo, suspenso y otras formas de sufrimiento y alegría propias del ciudadano común, el proletariado.

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Es característico del melodrama intensificar las virtudes y vicios de los personajes, ya sean villanos o héroes, enfatizando artificialmente ciertas características, ya que el objetivo principal de esta estética es impresionar y conmover a cada espectador, a través de la “verosimilitud” (semejanza con la realidad). , reafirmando la calidad moral y sentimental de la obra.

El melodrama tuvo una influencia decisiva en el surgimiento del drama romántico y, a finales del siglo XIX, el surgimiento del Newsletter. El período del “naturalismo” en el teatro, llegó a negar la forma melodramática de interpretación, por considerarse exagerada y antinatural, teniendo un efecto de fácil y libre apelación al espectador.

Uno de los aspectos del Melodrama fue el “Melodrama Gótico”, teniendo este ‘subtítulo’ por tener su ambientación en la Edad Media como principal característica. Se produjo ampliamente en América y Europa en el siglo XVIII. En esta estética, el autor presentó como personajes, espíritus que regresaban de otra dimensión para exigir justicia, fantasmas, sucesos sobrenaturales, y todavía era costumbre utilizar como recurso de probabilidad, una heroína que necesitaba ser salvada por estar atrapada en un castillo o calabozo.

Actualmente, a lo que más nos enfrentamos, en términos de interpretación, en los medios de comunicación, es con la forma de interpretar que viene del Melodrama. Son telenovelas, miniseries, seriales, telecomedias, programas de auditorio, entre otros. Todo ello buscando un lenguaje de / para la gente, con tintes de misterio, sentimentalismo, suspenso, sufrimientos y alegrías de l

El arte de complacer

En efecto, si el drama busca ser universal y cotidiano para llegar a la gente, el melodrama, un género muy codificado y maniqueo, con fuertes hilos de escritura y puntería moralizante (como el drama burgués), está verdaderamente destinado al pueblo. Allí siempre encontramos el mismo tipo de personajes, en particular los malos (el traidor y su confidente), los buenos (el héroe y su popular compañero, el simplón o el bufón, el torpe que hace reír a la gente con su torpeza). y las víctimas (los amantes que junta un final feliz, el padre ofendido luego restituido a sus derechos). Siendo el lienzo invariable – un traidor trama su trama y termina siendo desenmascarado por el héroe – el placer está en los muchos giros y vueltas.

Más tímido que el drama a nivel estético, el melodrama se adapta a las unidades (de acción, lugar y tiempo), en un tono moralizante uniforme y lloroso. Las audacias se centran en el arte de los placeres «diseñados» y lo visual pintoresco: los melodramas sacrifican a lo maravilloso bajo la especie de terremotos, tormentas, ciclones, naufragios, incendios, erupciones volcánicas (las ruinas de Pompeya, 1827), nubes, sábados de brujas en el aire (adaptaciones de Fausto). Melodrama redescubre la maquinaria barroca al servicio del patetismo.

El género dramático de la Restauración

[ align=»alignleft» width=»338″]Mme Dorval en Marion de Lorme, de Victor Hugo METROme Dorval en Marion de Lorme, por Victor Hugo

La Restauración es la edad de oro del melodrama: un género optimista, exorciza imaginativamente y anula los trastornos de la Revolución, especialmente en las piezas de Pixerécourt (Víctor o el niño del bosque, 1798; los huérfanos de la aldea, 1801), Monvel, Anicet-Bourgeois y Féval (el jorobado, 1862), Xavier de Montépin (el portador de pan, 1889) y Dennery, cuyo los dos huérfanos (1874) todavía se realizan hoy.

Incluso el romanticismo, que lo rehuye y hace «arte», no escapa a su atractivo, sacando de la trama una religión real, que se supone que conmoverá más a medida que multiplica los artificios. Victor Hugo no tiene miedo de dar sus obras a los teatros del “Boulevard du crime” – capital del melodrama -, y los grandes actores románticos como Marie Dorval o Frédérick Lemaître le darán su garbo al melodrama, empujándolo hacia un estilo más matizado, humor y obras menos sumarias, que en ocasiones reescriben: en definitiva, lo acercarán al drama, dificultando en ocasiones la distinción entre los dos géneros (especialmente en el caso de la dama de las camelias por Dumas fils).

La posteridad del melodrama

Los códigos y la estética del melodrama han sobrevivido a la xxmi s., en particular en el teatro “boulevard”, pero también en el cine mudo, que, por falta de palabras, magnifica los efectos: así, A traves de la tormenta (1919), de Griffith, toma prestados sus temas, aventuras y efectos del melodrama para conmovernos sobre el destino de una pobre niña ingenua, perdida bajo la tormenta en el bosque. Pero es en la llamada prensa del corazón y en las series familiares de telenovelas donde encontramos más claramente el espíritu y el ritmo del melodrama.

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