Meritocracia – Política y Sociedad

LA meritocracia es un modelo de distribución de recursos, premios o ventajas, cuyo único criterio a considerar es el desempeño y las habilidades individuales de cada persona. Como una de las ideas que subyacen moralmente al liberalismo, la meritocracia es un principio esencial de justicia en las sociedades occidentales modernas. Es a partir de esta idea que se justifica y legitima la forma en que se distribuyen los recursos en la sociedad. Según esta tesis, la movilidad social debe ser un resultado exclusivo del esfuerzo individual a través de la calificación y el trabajo.

Para ilustrar esta discusión, se acostumbra hacer una analogía con el atletismo. La meritocracia es como una carrera de obstáculos donde todos los competidores salen de la misma línea de salida, enfrentando obstáculos similares en igualdad de condiciones de tiempo y entrenamiento. Tu ubicación al final de la carrera dependerá única y exclusivamente de tu propio esfuerzo y habilidad. Transportando esta metáfora a la realidad, la carrera corresponde al desarrollo de la vida social y profesional del individuo (incluido su proceso educativo escolar), mientras que la posición final se refleja en términos de condiciones socioeconómicas y posibilidades de acceso a bienes y servicios, es decir, a una clase social específica.

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En relación a los sistemas de estratificación anteriores al capitalismo, cuando la posibilidad de movilidad social era escasa, la idea de justicia meritocrática es ciertamente un avance, ya que presuponen la igualdad formal ante el mercado y las leyes. Sin embargo, para que la “carrera” de la meritocracia sea mínimamente justa, se asume que todos los individuos parten del mismo punto y enfrentan los mismos obstáculos sociales. Evidentemente, sabemos que un joven criado en una familia con una estructura económica estable, que tuvo acceso a una buena educación formal, probablemente se desempeñará mejor que otros sujetos que no tuvieron las mismas ventajas. Los críticos de una interpretación pura de la meritocracia apuntan al hecho de que la carrera no puede considerarse justa cuando no partimos de puntos similares. Los críticos estadounidenses de este modelo, como John Rawls, dicen que para un sistema meritocrático verdaderamente eficaz, es necesario ir más allá del individualismo y la afirmación formal de la igualdad. Para Rawls, una meritocracia justa implicaría inversión pública en educación de calidad para todos y programas de asistencia a los sectores más pobres, es decir, todo lo necesario para que el punto de partida de la carrera sea el mismo, independientemente de la clase o situación de los corredores.

Si bien existe una igualdad de oportunidades inicial, para Rawls la meritocracia sigue siendo un sistema de justicia bastante aleatorio, ya que es por pura suerte que alguien nace con alguna aptitud que se valora en un determinado momento histórico. ¿Le parece justo que un futbolista se gane un salario millonario por la suerte de nacer con este justo talento en un siglo y un país donde el fútbol está sobrevalorado? Aparentemente, son preguntas sencillas como esta las que animan el debate en torno a los diferentes principios de justicia. El aumento de la concentración de ingresos entre pocas familias en las últimas décadas, el debate sobre el legado del colonialismo y la adopción de acciones afirmativas en diferentes países, han colocado a la meritocracia en el centro de varias discusiones. Las alternativas a este modelo de justicia también son objeto de mucha controversia, pero demuestran la necesidad de superar o, al menos, de sofisticar este principio.

Bibliografía:
SANDEL, Michel J. Justicia: ¿qué es hacer lo correcto?. Río de Janeiro: Civilización brasileña, 2015.

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