Monocotiledóneas – Plantas –

Hay alrededor de 90.000 especies en el grupo de monocotiledóneas. Estas plantas recibieron este nombre por tener un solo cotiledón dentro de las semillas, teniendo como ejemplo las palmeras, orquídeas, maíz, trigo, arroz y pasto. Las monocotiledóneas tienen una gran diversidad de formas y tamaños, y algunas de estas características son relevantes para la identificación de plantas en este grupo.

El cotiledón es la primera hoja de un embrión, y en estas plantas puede comportarse como un órgano de reserva, un órgano fotosintético o tener una función de absorción. Sin embargo, para la mayoría de las especies de monocotiledóneas, los nutrientes almacenados se encuentran en el endospermo, no en el cotiledón. Las reservas presentes en el endospermo son descompuestas por enzimas digestivas en moléculas más pequeñas. El cotiledón, que se incorpora al endospermo, absorbe estos nutrientes y los traslada al embrión, favoreciendo su crecimiento durante la germinación.

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Las nervaduras de las hojas están formadas principalmente por los tejidos conductores, el xilema y el floema, y ​​tienen un patrón de distribución. En las monocotiledóneas, las hojas suelen clasificarse como no invertidas, cuando solo hay una nervadura central o longitudinal principal, o estriadas, si las nervaduras son rectilíneas y dispuestas una al lado de la otra, siendo este el patrón típico de la hierba (Figura 1).

Figura 1 – Hoja de maíz, una monocotiledónea. Observe la distribución paralela de las costillas. Foto: Olga Tselik / Shutterstock.com

En relación al sistema radicular, estas plantas suelen ser del tipo fasciculado o piloso (Figura 2). Este sistema consta de una gran cantidad de raíces de aproximadamente el mismo diámetro, sin mayor desarrollo en ninguna raíz. Se originan en la base del tallo y, por lo tanto, se clasifican como raíces adventicias. La raíz primaria generalmente se desarrolla en monocotiledóneas, pero muere temprano.

Figura 2 – Arroz, una planta con un sistema de raíces clasificado como fasciculado. Foto: Trung Tran Minh / Shutterstock.com

En el tallo de la mayoría de las monocotiledóneas y algunas eudicotiledóneas herbáceas, los haces vasculares se distribuyen dispersos en el tejido fundamental (Figura 3). En estas plantas, el crecimiento del tallo generalmente cesa con la maduración de los tejidos primarios, sin crecimiento en espesor, conocido como crecimiento secundario. Los tejidos responsables de este crecimiento son los meristemos laterales denominados intercambio vascular y felógeno. Sin embargo, en algunas monocotiledóneas, como las palmeras, el crecimiento primario puede desarrollar tallos gruesos. Estas plantas experimentan un crecimiento secundario difuso, que ocurre en las partes más viejas del tallo.

Figura 3 – Sección transversal del tallo de una monocotiledónea. Observe la distribución de los haces vasculares por el tejido fundamental. Foto: Mike Rosecope / Shutterstock.com

Las flores suelen ser trienales, es decir, sus partes están compuestas por múltiples números de tres (ej: tres estambres, tres o seis pétalos, etc.) (Figura 4). Este valor se suele mantener en el número de pétalos y sépalos, y el número de estambres y carpelos tiende a sufrir una mayor variación. Los granos de polen en las monocotiledóneas suelen ser monosulcados, es decir, tienen una sola abertura.

Figura 4 – Flor de lirio, una monocotiledónea. Observe el patrón de trímero de la flor. Foto: Frank Dieffenbach PA / Shutterstock.com

Referencias bibliográficas:

Cuervo, P.; Evert, RF y Eichhorn, SE 2007. Biología vegetal. 7ª ed. Río de Janeiro: Guanabara Koogan, 830 p.

Souza, LA 2009. Morfología y anatomía vegetal: células, tejidos, órganos y plántula. Ponta Grossa: Ed. UEPG, 259 p.

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