dijo Boileau-Despréaux
Escritor francés (París 1636-París 1711).
La obra
Sin incluir una gran colección de Letras (principalmente a Brossette y Racine), el trabajo en prosa es escaso e incluye principalmente el Tratado sobre lo sublime, traducido por el retórico griego Longinus (1674), y el Reflexiones sobre Longinus, a las que se suman las piezas introductorias, que introducen los poemas y que suelen ser ricas en contenido. La obra en verso, en cambio, incluye algunos miles de versos (Boileau se enorgullecía de escribir poco): las doce sátiras, discursos en verso sobre diversos temas, caracterizados por su tono mordaz (los nueve primeros entre 1666 y 1668, la los últimos tres en 1694, 1701 y 1706); El doce Epístolas, discurso en tono más neutro, aunque sin excluir la burla (los nueve primeros oscilaron entre 1669 y 1683; los tres últimos aparecieron en 1698); el Arte poético (1674), poema didáctico en cuatro canciones, que expone los preceptos generales de la doctrina clásica así como las reglas de los principales géneros; el Lutrin (1674 y 1683), epopeya paródica en seis canciones, que narra en verso heroico una disputa por la precedencia entre cánones; dos odas, la más famosa de las cuales, Oda sobre la captura de Namur (1694), que pretende ser una ilustración del estilo Pindaric y una réplica a Perrault, son los únicos intentos de Boileau en el camino del lirismo.
Revisión de carrera
Hijo de un escribano en el escribano parlamentario, pertenece a esta burguesía de oficios, culta y tradicionalista, de la que proceden la mayoría de los escritores de la época clásica. Su carrera es muy significativa de la condición del hombre de letras en xviimi s. : la estima de un protector, la entrada en el Gran, el favor real, el cargo en la Corte, la cátedra académica son las etapas ejemplares de un éxito del que la dependencia es la contraparte.
En Boileau alabamos especialmente la fuerza y precisión del verso, la agudeza de la mirada y el familiar sentido del detalle. También debemos detenernos en algunas características muy destacadas en el Sátiras, los Epístolas y arte poético, que hacen de estas obras, a pesar de la diferencia de géneros, un todo fuertemente individualizado dentro de la herencia poética francesa.
Como ocurre con los latinos, a quienes Boileau se llama a sí mismo, especialmente Horacio, el poema es aquí un discurso en verso. Incluye referencias explícitas a uno o más lectores, más o menos individualizados, así como al autor. Sin embargo, la verdadera personalidad de éste, como poeta de oficio, se concreta, por regla general, por toda una red de referencias o alusiones a los amigos, a los enemigos de Boileau, a su vida, a sus obras. El «yo» que utiliza constantemente adquiere así un valor particular, a diferencia del «yo» convencional tan a menudo puesto en la poesía, especialmente en el siglo clásico:
[…]mi corazón siempre guiando mi mente
No le digas al lector nada que no se haya dicho a sí mismo
Mi pensamiento a plena luz del día en todas partes se ofrece y se expone
Y mi verso, bueno o malo, siempre dice algo.
No es obvio que sea una poesía personal en el sentido corriente del término. Boileau es lo opuesto al lirismo. El poeta quiere ser pintor y censurar, que en un punto de costumbres, religión o belles letras describe un uso, recuerda una norma, que se supone que es aceptada por su lector como por sí mismo, y entretiene a costa de quien la transgrede, mezclándose con su tema más o menos menos amargura según el tema. Tanto si los juicios que se hacen son literarios como si no, el aspecto general de esta poesía apenas se ve afectado. La crítica y la creación, que estamos acostumbrados a ver como dos actividades tan diferenciadas, están aquí íntimamente entrelazadas.
Los críticos estaban principalmente preocupados por destruir la leyenda según la cual Boileau era el legislador de Parnaso. Obras importantes, debidas en particular a Antoine Adam, han establecido definitivamente que Boileau no fue capaz de allanar el camino que condujo a las obras maestras clásicas, pero que se contentó con dar una expresión brillante y acreditada a la doctrina clásica, ya formulada, en particular. , por el abad de Aubignac y Chapelain.
Le queda un mérito: haber sabido distinguir desde muy temprano la grandeza de Molière y Racine, y haberlos defendido. Pero, junto a estas preocupaciones de carácter principalmente histórico, la crítica actual, de tendencia formalista, despertará quizás un renovado interés por los aspectos retóricos de la obra de Boileau.