Peces de aguas profundas –

En lo más profundo de los océanos se pueden encontrar peculiares criaturas, cuyo aspecto atípico y muchas veces aterrador parece fruto de una fértil imaginación: el pez abisal (en ingles, peces de aguas profundas).

La vida en la zona abisal

La zona abisal de los océanos, delimitada a partir de los 4-5 mil metros de profundidad, representa uno de los ambientes más inhóspitos del planeta: frío, oscuro y pobre en nutrientes, este ecosistema requiere una serie de adaptaciones por parte de sus habitantes, en para asegurar su supervivencia. La ausencia total o parcial de luz en estos ambientes impide el establecimiento de organismos autótrofos como algas y cianobacterias, responsables de la producción primaria en la zona eufótica de los océanos, a través del proceso de fotosíntesis. De esta forma, los organismos abisales se enfrentan a diario a condiciones oligotróficas (baja concentración de nutrientes), requiriendo estrategias de alimentación y adaptaciones fisiológicas que aseguren no solo su supervivencia, sino también su crecimiento y desarrollo.

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Otro desafío que enfrentan las especies abisales es la alta presión de estas zonas. Cada diez metros de profundidad, la presión hidrostática aumenta linealmente en 1 atm, transformando la zona abisal en una región de alta presión, capaz de aplastar, por ejemplo, una botella de oxígeno. Sin embargo, como los peces no tienen pulmones y, en consecuencia, aire en el cuerpo, estos animales logran sobrevivir en estas condiciones, alcanzando profundidades de hasta 8.200 metros. Este récord solo fue posible gracias a la presencia de una sustancia hidrofílica llamada óxido de trimetilamina (TMAO), que evita la distorsión y compresión de proteínas (y otras moléculas vitales) bajo el efecto de una presión intensa.

El fondo abisal también se caracteriza por una baja temperatura, que no supera los 40º centígrados, e influye en la tasa metabólica, provocando el lento crecimiento de la especie. En estas zonas, el oxígeno generalmente no es un factor limitante para la ictiofauna, variando concentraciones de 3.6 a 7 ml.L-1a excepción de las zonas hipóxicas, donde la concentración es inferior a 0,2 ml.L-1 (esas sí, limitantes para peces).

Adaptaciones de peces de aguas profundas

Coryphaenoides leptolepis, un pez abisal. Foto: NOAA/MBARI. Vía Wikimedia Commons

Los peces abisales tienen unas características anatómicas y morfológicas únicas, que facilitan su supervivencia en un entorno tan inhóspito como las zonas abisales. La mayoría de estos animales tienen ojos y boca grandes, dientes afilados, además de tener una forma y un color del cuerpo muy distintos: varias especies de peces abisales no tienen una aleta caudal definida (p. ej.: Coryphaenoides leptolepis), mientras que otros destacan por su piel transparente (p. ej., Opisthoproctus soleatus, pez de ojos de barril). La coloración de estos peces está relacionada con el camuflaje y la huida de posibles depredadores, y la mayoría de las especies (a excepción de las que son transparentes) varían entre tonalidades rojas, naranjas y plateadas. Las diferencias en la forma del cuerpo, como la ausencia de una aleta caudal definida, se explican por la baja actividad de natación de estos animales, que pasan la mayor parte del tiempo en suspensión (o nadando lentamente) esperando a sus presas, para evitar gastos. energético.

pez ojo de barril (Opisthoproctus soleatus). Sus ojos están hacia arriba pero pueden rotar hacia adelante. Su estómago es bioluminiscente debido a las relaciones simbióticas con las bacterias. Foto: Jessica Chen/NOAA.

La escasez de alimentos, por cierto, parece ser el principal motivo de las adaptaciones que desarrollan estos animales. Los peces de aguas profundas tienen una variedad de estrategias de alimentación para aumentar el éxito en la captura de presas, que no son muy abundantes en estos entornos. Algunas especies tienen apéndices carnosos, ubicados en la parte superior de la cabeza, que se utilizan como cebo para atraer presas; otros tienen ojos extremadamente sensibles capaces de distinguir la baja luminosidad proveniente de la superficie del mar, así como organismos bioluminiscentes.

Los ojos de los peces abisales son, de hecho, una de sus características más desarrolladas: tubulares, la retina de estas estructuras está formada por varias capas y una gran lente, lo que permite detectar cantidades mínimas de luz en cualquier dirección. Además, algunas especies también pueden tener una lente secundaria a los lados de los ojos, que se utiliza para distinguir entre la luz ambiental y los fenómenos bioluminiscentes. Estas estructuras también ayudan a la dieta de los peces abisales que consumen nieve marina, un aglomerado de partículas formadas principalmente por bacterias y materia orgánica detrítica, descendientes de las capas más superficiales del océano. Los peces abisales también pueden alimentarse de cadáveres de animales muertos (p. ej., ballenas), además de consumir nutrientes disueltos en la columna de agua. En general, los organismos que viven camuflados en el sedimento necesitan ingerir partículas orgánicas acumuladas en el fondo abisal, mientras que los peces que viven en la columna de agua actúan como depredadores.

Los depredadores abisales suelen tener un cebo bioluminiscente, formado por una extensión iluminada que se suspende cerca de la boca (como una caña de pescar), para atraer a posibles presas. La generación de luz por parte de estos peces ocurre debido a la proteína luciferina, que se deposita dentro de un órgano llamado fotóforo. En algunas especies, la producción y liberación de líquido luminiscente se utiliza como estrategia para distraer a los posibles depredadores, además de servir como mecanismo de comunicación entre individuos. Algunos científicos también sugieren que este fenómeno puede estar relacionado con la reproducción de ciertos peces, que producen luz, sonidos o feromonas en la búsqueda de posibles parejas sexuales.

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