Written by En general, no tenemos ninguna dificultad para identificar el racismo cuando se manifiesta en acciones explícitas de individuos o grupos. Por ejemplo, cuando una multitud organizada acosa a un jugador negro en el estadio de fútbol por el color de su piel, sabemos que estas personas están siendo racistas. O incluso, si un juez escribe en una sentencia que el imputado debe ser considerado inocente porque es blanco y tiene los ojos claros y, por tanto, no se corresponde con el “estereotipo de bandido”, sabemos que el racismo está vigente. Estos dos casos, que sucedieron en la historia reciente de Brasil, recibieron una gran visibilidad y es muy importante hablar de ellos. Sin embargo, el concepto de racismo estructural nos invita a ir más allá y pensar en cómo este problema incide profundamente en nuestra sociedad y se manifiesta más allá de los actos individuales, ya que estos actos constituyen sólo el La punta del iceberg.
El racismo estructural tiene un carácter político e histórico. Corresponde a un conjunto de prácticas institucionales, económicas, ideológicas y culturales que aseguran que una posición social desfavorecida que se perpetúa durante generaciones sea legada sistemáticamente a individuos no blancos. Si realiza una búsqueda rápida de los datos estadísticos, encontrará que la mayoría de las víctimas de homicidio en Brasil son jóvenes negros. Encontrará que, en relación con los blancos, la población negra recibe salarios más bajos, tiene una mayor tasa de analfabetismo y vive en viviendas más precarias. Estos datos nos llevan a pensar que el racismo no puede entenderse solo como una cuestión de ignorancia o desviación moral. El racismo es un fenómeno que forma parte de la estructura misma de la sociedad brasileña, garantizando a los blancos una posición privilegiada.
Protesta contra el racismo en Estados Unidos (2020). Foto: Michael Berlfein / Shutterstock.com
Según el profesor y abogado Sílvio Almeida, la forma en que se instaura el racismo en la estructura de la sociedad puede ejemplificarse con la política fiscal. Es muy común escuchar quejas, especialmente entre la comunidad empresarial, sobre la alta carga tributaria en Brasil. Sin embargo, estudios recientes muestran que, proporcionalmente, las mujeres negras son las más afectadas por la carga tributaria, que afecta principalmente a los salarios y al consumo. Esto contribuye al empobrecimiento de este grupo, que constituye el grupo más vulnerable de la sociedad. En este sentido, observamos que el racismo se perpetúa no como una anormalidad o desviación de carácter, sino a través del funcionamiento normal del sistema económico.
Por otro lado, cuando miramos los espacios de poder -como el Senado, el Tribunal Supremo Federal o el cuerpo docente de las grandes universidades- nos damos cuenta de que estos están compuestos, casi exclusivamente, por gente blanca. Aunque los negros son más de la mitad de la población brasileña, su presencia en puestos de mando es escasa. Al mismo tiempo, casi el 80% de las víctimas de homicidio en Brasil son jóvenes negros, que también se encuentran entre la mayoría en los sistemas penitenciarios.
Estos hechos, sin embargo, a pesar de afectar la vida de miles de personas, no nos causan el mismo asombro que el acto individual de un sujeto racista. Por ser estructural, el racismo que constituye las relaciones políticas y económicas se naturaliza, pasa desapercibido. Sin embargo, esto no significa que no se pueda superar. Lo que nos lleva a pensar el concepto de racismo estructural es que para que se produzca esta superación no basta con castigar a individuos y grupos explícitamente racistas, es necesario cambiar las estructuras de la sociedad.
Referencias:
ALMEIDA, Silvio. Racismo estructural. Colección Feminismos Plurales. São Paulo: Editora Jandaíra, 2020 Video: ¿Qué es el racismo estructural? | Silvio Almeida – TV Boitempo
