Transferencia a un paciente receptor de un injerto formado por células, tejido, parte de un órgano o un órgano completo.
El trasplante de células o tejido es técnicamente sencillo: inyección intravenosa de células (trasplante de médula ósea) o aplicación local de un tejido (injerto de piel, tejido óseo, córnea).
Si el trasplante involucra uno o más órganos (corazón, hígado, pulmón, páncreas, riñón, intestino delgado), es necesario restaurar la continuidad de la circulación sanguínea conectando quirúrgicamente los vasos (arterias y venas) del receptor a los del trasplante. Esto se llama trasplante de órganos o multiorgánico (trasplante de corazón-pulmón-hígado, por ejemplo). Los trasplantes ortotópicos consisten en retirar el órgano enfermo y luego colocar el injerto en su lugar, que por tanto se encuentra en su situación anatómica natural; se realizan en el corazón, el hígado y los pulmones. Los trasplantes heterotópicos consisten en trasplantar el injerto más o menos lejos de su posición natural, quedando el órgano enfermo en su sitio; esta es la técnica utilizada en el trasplante de riñón; se utiliza excepcionalmente también para el hígado y el corazón.
Otra clasificación de los injertos se basa en el origen del injerto.
Autoinjerto consiste en tomar el injerto del propio paciente. Se puede realizar con médula ósea, piel, tejido óseo, segmentos de nervios, tendones o vasos. La ventaja de esta técnica es que, naturalmente, no presenta riesgo de rechazo del injerto por parte del sistema inmunológico del receptor.
Aloinjerto implica tomar el injerto de otra persona, generalmente con muerte cerebral. Se utiliza en trasplantes de tejidos (médula ósea, piel, tejido óseo, fragmentos de tendones o vasos, córnea) y en trasplantes de órganos. El problema de esta técnica es que el sistema inmunológico del receptor, que es diferente al del donante, tiende a rechazar el injerto. En el caso particular de un trasplante de médula ósea, puede ocurrir el fenómeno contrario, generando la médula células inmunes que, identificando el organismo del receptor como diferente al de donde procede, se vuelven contra él. Sin embargo, en los últimos años, los importantes avances logrados en la selección de donantes y en la lucha contra el rechazo con inmunosupresores han dado un nuevo impulso al trasplante alogénico, hasta el punto de que el problema crucial es, para algunos órganos, el número insuficiente de donantes frente a peticiones.
Es por esto que para los órganos pares (riñones) o susceptibles de ser divididos (hígado), o para la médula ósea, la extracción se puede realizar, bajo ciertas condiciones muy estrictas, de un donante vivo. En el caso del hígado se practica en la mayor medida posible la bipartición, es decir la separación del injerto en dos partes, permitiendo que dos receptores se beneficien de él. En los últimos años se han realizado trasplantes de mano y rostro más complejos. Sin embargo, estas hazañas médicas siguen siendo raras. Además, la investigación llevada a cabo en el campo del xenoinjerto, que es el trasplante de un órgano animal al ser humano, aún no ha tenido aplicación clínica.
Proceso
Los trasplantes de órganos (riñón, corazón, hígado, pulmón) requieren que el paciente esté en lista de espera, salvo en caso de urgencias (definidas en base a criterios muy precisos). El período de espera suele ser largo (varios meses) antes de obtener el órgano más compatible inmunológica y morfológicamente (volumen del órgano) para el corazón y el pulmón. Para el trasplante en sí, la duración de la hospitalización es generalmente corta (3 semanas) pero puede extenderse hasta 2 o 3 meses cuando surgen complicaciones (rechazo, en particular). A partir de entonces, el tratamiento inmunosupresor es fundamental, acompañado de una rigurosa supervisión médica.
Ver : aloinjerto, autoinjerto, heteroinjerto, histocompatibilidad, revascularización.
Rechazo de trasplantes
Rechazo de trasplantes
El rechazo de un trasplante es el resultado de una incompatibilidad entre el sistema inmunológico del receptor y el del donante.
Este fenómeno se observó desde los primeros intentos de trasplante, aunque no se pudo explicar el mecanismo. Las condiciones de compatibilidad inmunológica entre el receptor y el órgano donante se aclararon en la década de 1960. La influencia directa, en la intensidad del rechazo, de los antígenos definidos en el sistema de histocompatibilidad HLA (Antígenos de leucocitos humanos [antigènes leucocytaires humains]) se ha demostrado: cuanto más cerca del sistema del receptor al del donante, más probabilidades hay de que se tolere el trasplante.
Durante el rechazo del trasplante, el sistema inmunológico del receptor sintetiza anticuerpos o produce células T citotóxicas para destruir el trasplante. Hay tres tipos de rechazo.
El rechazo superagudo ocurre inmediatamente después del trasplante y da como resultado la pérdida del injerto. Ocurre cuando el receptor ya tiene anticuerpos contra los antígenos HLA del donante. Este tipo de reacción también se observa cuando el donante y el receptor son de diferentes grupos sanguíneos ABO. Actualmente no existe ningún tratamiento capaz de combatir esos rechazos; su prevención se basa en la búsqueda de la mejor compatibilidad entre el grupo inmunológico del donante y el del receptor mediante exámenes realizados justo antes de la operación.
El rechazo agudo es un fenómeno casi constante, de intensidad variable, debido a la acción de los linfocitos T citotóxicos. Generalmente ocurre al séptimo día después del trasplante y da como resultado una alteración en el funcionamiento del órgano trasplantado: se observará así una insuficiencia renal aguda en un riñón trasplantado, con biopsia renal confirmando las lesiones. Pueden producirse varios episodios de rechazo agudo después de un trasplante. Este tipo de rechazo se previene y combate mediante la combinación de varios fármacos inmunosupresores (anticuerpos monoclonales, corticosteroides, ciclosporina, azatioprina, tacrolimus). [FK 506]), administrado en dosis altas. Esperamos muchos otros medicamentos más específicos responsables de menos efectos secundarios, todavía en estudio.
El rechazo crónico, tanto más precoz cuanto que el rechazo agudo ha sido numeroso, consiste en un lento deterioro funcional del injerto, resultando en algunos años o décadas en la pérdida del órgano trasplantado. Los fármacos inmunosupresores pueden ralentizar este desarrollo, pero no logran suprimir por completo el proceso de rechazo.
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