A finales del siglo XIX, Rusia se encontraba en el siguiente escenario: el territorio estaba dominado por la monarquía, en la que el emperador, llamado zar, era el líder soberano apoyado por la clase noble. En ese momento, la mayor parte de la población que ocupaba el territorio estaba compuesta por campesinos que se encontraban en una situación de decadencia. No solo los rusos formaron el Imperio, en la región se encontraron personas de diferentes etnias. Con la industrialización, que comenzó a desarrollarse con capital extranjero, la sociedad agraria del país comenzó a experimentar dificultades.
Un año importante en Rusia zarista entonces era 1880, cuando se estableció el contacto entre los intelectuales de la clase obrera rusa con las ideas marxistas y socialistas, incluso anarquistas. En ese momento, los trabajadores del país estaban en una situación terrible y estaban siendo explotados. De esta manera, la mezcla de la precariedad con los ideales marxistas que se inculcaron en la mente de los trabajadores dio lugar a las primeras huelgas.

Dieciocho años después, aparece el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, con sus miembros divididos de la siguiente manera: por un lado, los bolcheviques, que eran la mayor parte del grupo, y por otro, los mencheviques, que eran la minoría. El primer grupo estaba encabezado por una de las figuras históricas más importantes de la historia rusa, Vladimir Illitch Ulianov, más conocido como Lenin. Entre sus planes para el país estaban la revolución del proletariado y el derrocamiento del gobierno imperial.

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Uno de los mayores problemas rusos fue el retraso en el que se encontró su desarrollo industrial, diferenciándose demasiado de otras naciones europeas, que no le acreditaban pujanza. En Europa, las mayores fuerzas del socialismo nunca hubieran imaginado que el país podría pasar por un proceso revolucionario. Sin embargo, este escenario comenzó a cambiar con las acciones lideradas por los bolcheviques, grupo que se caracterizó por su disciplina, organización y fuerza combativa.

En 1905 Rusia sufre una derrota en la guerra contra Japón y ve debilitado su régimen zarista. Este fue el primer paso hacia la Revolución de 1905, que contó con una serie de levantamientos nacionalistas y varios movimientos huelguísticos. La represión del gobierno monárquico fue violenta y cientos de ciudadanos fueron asesinados, exiliados o detenidos por las tropas zaristas en un episodio que tuvo lugar en San Petersburgo y que se conoció como el Domingo Sangriento. Con el creciente descontento de la población, surgen consejos de soldados y obreros. Estos núcleos organizados se denominaron soviets, fundamentales en el proceso revolucionario que se avecinaba.

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