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Fundador de la Orden de los Hermanos Predicadores (Caleruega, provincia de Burgos, hacia 1170-Bolonia 1221).
Nacido en Castilla, Santo Domingo dedicó su vida a la predicación apostólica y legó a la cristiandad una nueva orden monástica de la que, en la Edad Media, surgieron algunos de los doctores más eminentes de la Iglesia, como Santo Tomás de Aquino.
El sacerdote de Osma
Todo comienza con una leyenda: la que cuenta que Jeanne, la madre de Domingo, tuvo una visión anunciando que la Providencia había elegido a su hijo para iluminar el mundo con la palabra de Dios. Según los deseos de su padre, Félix de Guzmán, un noble castellano, la educación del joven fue encomendada a un tío eclesiástico, quien decidió su vocación. Cuando es estudiante, Domingo da el ejemplo de la caridad descartando lo que tiene para dar a los pobres. Así, llamó la atención del prior de la catedral de Osma (Castilla la Vieja), futuro obispo Diego de Acevedo, quien le hizo entrar en el capítulo de los canónigos regulares de San Agustín. Tiene 23 o 24 años cuando se pone su propio vestido blanco y abrigo negro.
Ordenado sacerdote en Osma, Domingo reveló allí su aptitud para la predicación, que se convertiría en el fundamento mismo de su vida apostólica. Un acontecimiento importante le llevará a ejercerlo plenamente: al regresar de Roma, donde había ido con el obispo Diego, descubrió la influencia de los cátaros y los vaudois en el sur de Francia. Fue en Montpellier donde entró en contacto con los legados del Papa Inocencio III encargados de combatir a los herejes y, según la tradición dominicana, la fecha de este encuentro, en junio de 1206, también se considera la del nacimiento de los herejes. Hermanos predicadores.
El apóstol de los cátaros
Con el refuerzo – hasta finales de 1207 – de los abades cistercienses, Domingo anima un grupo que tomará el nombre de “Predicación de Jesucristo”. La Abadía de Prouille, cerca de Fanjeaux (actual departamento de Aude), donde reside Dominique, es entonces el centro de influencia de su acción en el país albigense. Fue entonces en Toulouse, en 1215, donde se fundó la primera comunidad de frailes predicadores observando la regla de San Agustín, con la ayuda del obispo Foulques. Abandonando cualquier forma de cruzada de guerra, la que ahora llamamos “Hermano Domingo” trae de vuelta al Evangelio – y al mismo tiempo a la Iglesia Romana -, por su sola palabra, miles de herejes. Así pasó diez años en el sur de Francia, principalmente en las diócesis de Toulouse y Carcassonne. Domingo entonces tiene que obtener del Papa los estatutos específicos para las órdenes religiosas.
El Fundador del Orden
Después de los primeros pasos dados, durante el 4mi Concilio de Letrán, con Inocencio III, fue el sucesor de este último, Honorio III, quien firmó, el 22 de diciembre de 1216, la bula de transformación de la comunidad de Toulouse en una orden autónoma. Luego, el 21 de enero de 1217, el Papa confirmó a los dominicos su propio título de “predicadores”. Ese mismo año 1217, el 15 de agosto, Domingo decidió dispersar a sus dieciséis hermanos, enviándolos a París, Madrid, Bolonia -donde él mismo se instalaría definitivamente- y Roma- donde Honorio III le pidió que reformara los conventos de monjas.
Fue en 1220 cuando el orden dominicano tomó su forma definitiva, lo que le dio una organización democrática. Durante varios meses más, Domingo se dedicó a predicar en Lombardía. Es un hombre agotado que regresa a Bolonia, donde murió el 6 de agosto de 1221. Según la tradición, el que será canonizado en 1234 les habría dicho a sus hermanos: “¡No lloren! Te seré más útil y te daré más fruto después de mi muerte que en mi vida. «
Pobreza según Santo Domingo
Los dominicos son al mismo tiempo hermanos predicadores y mendigos, porque la pobreza es la base misma de su apostolado. Muchos eran originalmente hijos de familias nobles; así que tuvieron que renunciar a los bienes terrenales que tenían disponibles. Por otro lado, Domingo, prior y maestro de su orden, no se opuso a las donaciones de tierras, que permitieron fundar nuevos conventos.
También era necesario dar ejemplo en materia de pobreza. No solo cada religioso, al entrar en el monasterio, subsistía de limosnas, sino que toda la comunidad debía evitar cualquier gasto innecesario. Esta es la razón por la que Santo Domingo prohibió ciertas nuevas construcciones, cuyo costoso mantenimiento habría escandalizado a la población.