Escritor francés (París 1619 – id.1655).
De menor nobleza, ingresó en el ejército, del que abandonó en 1641, tras una grave herida recibida en el sitio de Arras. Amigo de Chapelle, Tristan L’Hermite y Dassoucy, vivió una vida libertina que combinaba audazmente la libertad sexual, la indiferencia a los dogmas religiosos y el libre ejercicio de una filosofía en la que triunfaría la razón. En realidad negación, Cyrano escribió una comedia en 1645, el pedante tocó, y una tragedia en 1653, la Muerte de Agrippina, donde las réplicas maquiavélicas de Sejanus provocaron un escándalo. Mezclado con la Fronda sin que siempre supiéramos si era o no autor de ciertas mazarinades, escribió una novela filosófica utópica, el Otro Mundo o los Estados e Imperios de la Luna, completado en 1649 y seguido, en 1650, por Estados e imperios del sol. Este viaje imaginario, en el linaje utópico de Tomás Moro, permite al autor exponer sus dudas y rechazos con respecto a la tradición religiosa y la argumentación teológica. Más allá de la fantasmagoría (la de un mundo donde uno se alimenta de olores y donde la poesía sirve de moneda) se revelan visiones de rara audacia sobre el hombre dentro del universo. El antropomorfismo y el geocentrismo de la filosofía oficial son así desplazados y violados por una narración que destruye las ideas recibidas y las perspectivas aceptadas hasta entonces. En sus novelas como en su Letras, Cyrano de Bergerac inventa, de hecho, una escritura que juega tanto con el disimulo como con la provocación. En un juego controvertido, a menudo burlesco, astuto y frustra la censura, ahogándose detrás de la extravagancia, el punto y el juego verbal puro, una filosofía libertina radical. Invitando al lector a descifrar los mensajes menos autorizados y los más escandalosos, el autor libertino escribe lo que no se habla, lo prohibido, en un espacio de juego complejo y muchas veces indecidible entre el autor de la carta (o el narrador) y sus lectores virtuales. Cyrano de Bergerac está habitado por el sentimiento de libertad, como Théophile de Viau y Tristan l’Hermite. Sentado entre los dos infinitos, se olvida de estar ansioso. Sueña con posibles cambios y defiende, en el ejercicio de una filosofía alegre, la esencia misma y las condiciones de existencia de la ciencia y la filosofía. Ávido de independencia intelectual, relee a Montaigne, Campanella, Gassendi y Descartes en una autonomía de pensamiento que también en ocasiones ha tenido que ocultar, como lo demuestran los estudios más recientes basados en los manuscritos originales. Todo lo que no admita el movimiento desagrada a este poeta de otro lado, a este precursor inconformista que se impone como enemigo de todos los encierros.
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