Sed de malvado Toque del mal

Toque del mal

Drama de Orson Welles, con Charlton Heston (Mike Vargas), Janet Leigh (Susan Vargas), Orson Welles (Hank Quinlan), Joseph Calleia (Pete Menzies), Akim Tamiroff («Uncle» Joe Grandi), Ray Collins (Adair), Dennis Weaver (el vigilante nocturno), Marlene Dietrich (Tanya).

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  • Guión: Orson Welles, basado en la novela de Whit Masterson Insignia del mal
  • Fotografía: Russel metty
  • Decoración: Russell A. Gausman, John Austin
  • Música : Henry mancini
  • Ensamblaje: Virgil W. Vogel, Aaron Stell
  • Producción: Albert Zugsmith (Universal Internacional)
  • País : Estados Unidos
  • Fecha de lanzamiento : 1958
  • Su : en blanco y negro
  • Duración : 1 h 35

Abstracto

En la frontera entre México y Estados Unidos, dos policías se enfrentan. Uno es el diablo, pero el otro no es un santo.

Observación

Misterios

Ahora que Welles ha desaparecido, y con ella la ambición de competir con lo insuperable, su obra (apenas una docena de películas) puede visitarse, no como una sección de museo, sino como el laberinto que fue y sigue siendo. Nos perdemos, nos encontramos allí, pero, como el Joseph K del Juicio, no escapamos. Ahora bien, ¿qué busca K sino el por qué de tanto misterio, es decir, la razón del secreto? ¿Y qué busca Welles para sí mismo, cuando se observa a sí mismo, a través del lente de su propia cámara, si no el secreto, el suyo, el de su arte (Verdades y mentiras, Filmando Otelo)?

Y además, ¿cuál es el principio activo de todas sus películas, sino el secreto? El secreto de los poderosos (Ciudadano Kane, el Esplendor de los Ambersons, la Dama de Shanghai, Mister Arkadin, Una Historia Inmortal), el secreto de los renegados (el Criminal), el secreto de los celosos (Othello), el secreto de los bufones (Falstaff ), secreto del Estado (Macbeth, el proceso). Y el secreto del que no es ni rico ni pobre, pero que tiene el poder de distinguir el bien del mal, el poli (sed de mal).

En esta película, tomada de un pequeño thriller, Welles, todo en su papel de demiurgo, vuelve a rastrear lo innombrable, lo indecible (un policía mexicano, valiente caballero, se opone a su colega estadounidense, coloso caído). Pero no creamos en la parábola simplista. Con Welles, el Welles que el sistema quería destruir, la sociedad y el hombre no coinciden necesariamente.

Así, el buen samaritano empleará, para perder a su adversario, procedimientos que a su vez lo perderán. El fin no justifica los medios. Desde donde esta caótica y humillante carrera del justiciero atraviesa una increíble tierra de nadie, mientras el perseguido parece, él, sobrevolar los obstáculos.

Sin duda porque el personaje, a lo que estábamos bebiendo Sr. Arkadin, no es solo cómo estamos hechos, sino lo que decidimos ser. E incluso un sinvergüenza puede alcanzar lo sublime. Nadie debería refugiarse detrás de una idea, aunque fuera acertada, todo el mundo debería demostrar su fuerza caminando. Solo hay conciencia individual y cine producido por uno solo.

Desde este punto de vista, sed de mal, con su desenfreno paroxístico de amplios ángulos, confirma que querer filmar es aceptar sufrir. Y a veces morir.

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