Sonata para violín y piano de Ludwig van Beethoven (1802-1803).
La penúltima sonata para violín y piano de Beethoven, está dedicada al violinista francés R. Kreutzer, quien siempre se negó a tocarla. A gran escala, esta apasionante obra establece un intenso diálogo entre los dos instrumentos (el piano nunca se limita al papel de acompañante), bajo el registro alternado de ósmosis o confrontación. Como tal, fue un verdadero modelo para los sucesores de Beethoven.