Teatro interactivo –

La palabra interactividad se ha utilizado mucho en la actualidad en lo que respecta a las tecnologías de la información y la comunicación, pero el acto de interactuar está directamente relacionado con cuestiones de lenguaje y comunicación humana. Sabemos que un animal salvaje puede relacionarse con otros seres, pero la capacidad de interactuar es humana, es una acción cultural, inquisitiva y arquitectónica.

En la producción artística, la interacción entre el ser humano y la obra de arte se da desde tiempos remotos, cuando el arte que hoy se llama prehistórico, ya sea la danza o la pintura, era todavía una forma de ritual sagrado. Con el tiempo, diferentes técnicas artísticas y estéticas se han ido transformando y añadiendo valores de acuerdo con los períodos sociohistóricos y la cultura local. De esta manera, la interactividad en el arte ha integrado cada período histórico del arte occidental. Aquí abordaremos la interactividad en las artes escénicas y más concretamente en el teatro.

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Según los historiadores, el teatro tuvo su origen en el siglo VI a.C., en Grecia, surgiendo de las fiestas dionisíacas celebradas en honor al dios Dionisio, dios del vino, el teatro y la fertilidad. Estas fiestas, que eran rituales sagrados, procesiones y recitales que duraban días seguidos, se realizaban una vez al año en primavera, cuando se vendía el vino en esa región. En este pasaje del ritual a la acción teatral dramática, una fina línea comienza a dividir al público de los actores y se solidifica cada vez más con las construcciones de los edificios de los teatros griegos y romanos. En este proceso de evolución del acto estético colectivo, que es el teatro, ocurre una forma de arte que podemos llamar interactiva, que es el teatro de calle.

Tras la apropiación de los teatros griegos por parte de los romanos y la transformación de la acción teatral en actos de libre entretenimiento y desenfreno, muchos artistas tuvieron que adaptarse y desarrollar nuevas habilidades escénicas. Con la caída del Imperio Romano, muchos artistas comenzaron a actuar fuera del estandarte de Cristo, que era la regla de la iglesia en la Edad Media. Así surgieron los acróbatas, los juglares, llegando hasta los artistas de la commedia dell’Arte. La característica más importante de estos artistas polivalentes fue la «improvisación». El acto de interactuar necesita pasar por la improvisación, ya que una relación inesperada y momentánea presupone actitudes improvisadas e inusuales. Se destaca la diferencia entre el teatro interactivo que surgió en la Edad Media y el teatro que se representaba en «carros-escenario» o carros y en tarima-escenario en este período, pues este último se representaba en la calle, pero con el elemento que hoy se llama la “cuarta pared”.

Es a principios del siglo XX cuando el teatro comienza a moverse hacia la interacción público / actor, en las propuestas de los teatrales que comenzaron a producir un teatro político, siendo la mayor representación de esta estética Erwin Piscator, con su manifiesto a los trabajadores de 1919, en la Revolución rusa. Piscator produjo una especie de «teatro proletario» como instrumento de lucha de clases. El autor y dramaturgo Bertolt Brecht se dio cuenta de que para revolucionar el teatro político necesitaría una nueva mirada del director, ya que quería un teatro que transmitiera conocimientos y no experiencias, como venía haciendo el teatro naturalista. Tomando el teatro épico como principio, Brecht creó la estética del teatro didáctico. En sus piezas, se introdujeron comentarios a pie de página, realizados por un narrador, se mostraron carteles y placas, se utilizaron máscaras, interrupciones del texto con tema musical y, también, proyección de imágenes. La propuesta era provocar “distanciamiento” o “extrañeza” en el público, para que pudieran reflexionar y no involucrarse psicológicamente con el personaje, aprendiendo a pensar en la acción. Aquí, el teatro llega al límite entre discurso e interactividad. La “cuarta pared” utilizada en el teatro naturalista está rota. Años después, el teatro entra en crisis en los periodos previos y posteriores a la Segunda Guerra Mundial, y en la década de los sesenta comienzan a surgir nuevas ideas del teatro experimental, como el happen.

El “acontecer” es la primera propuesta escénica del siglo XX que demanda interactividad por parte del espectador. Propone la libertad de creación y uso de diferentes lenguajes artísticos. Esta estética es un movimiento de contestación radical, una manifestación parateatral, que surgió en Europa y Estados Unidos a finales de los años cincuenta. La función del acontecimiento era jugar con las estructuras obsoletas que estaban en crisis en ese momento, y su principio era cambiar el intercambio de lugar entre el espectador y la obra, transformando así al público en una obra de arte. El acontecimiento es una especie de «ritual» moderno.

En Brasil, las ideas de Piscator y Brecht fueron retomadas por Augusto Boal, con el teatro de periódicos, a partir de los años sesenta. Para Boal, el teatro es acción, y aunque no sea revolucionario, necesita ensayar esta revolución. Llamó a su teatro “Teatro del oprimido”, porque su propuesta es eliminar a quienes observan la acción y hacerlos partícipes de ella, experimentando cambios y liberándose de la condición pasiva de espectador. El teatro de los oprimidos tiene un inmenso arsenal de posibilidades de interactividad. Es la forma más actual de teatro interactivo, donde el público realmente puede convertirse en protagonista de la escena en cualquier momento. Las técnicas más utilizadas en el teatro de los oprimidos son: sistema de comodines, teatro de foros, teatro de lo invisible, entre otras.

Fuentes
BERTHOLD. Margot. Historia mundial del teatro. São Paulo: Perspectiva, 2004.
PEIXOTO, Fernando. Qué es el teatro. São Paulo: Brasiliense, 1998.
VASCONCELLOS, Luiz Paulo. Diccionario de teatro. Porto Alegre: L&PM, 2001.

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