Valor latino de bajo valor -oris del latín clásico valere worth

(bajo latín valor, -oris, del latín clásico valere, para valer)

ECONOMÍA

La noción de valor está en el centro del análisis económico. Tradicionalmente se distingue entre valor de uso vinculado a la utilidad del producto y valor de cambio, es decir, la capacidad de un bien para permitir la compra de otros bienes.

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La concepción objetiva del valor

Economistas clásicos, como Adam Smith y David Ricardo, mostrarán que el origen del valor de los bienes está ligado al trabajo humano, en particular al tiempo de trabajo.

En su libro, Investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones (1776), Adam Smith parte de un ejemplo sencillo y concreto, una actividad que se practica en un gran número de sociedades: la caza. Si en una comunidad de caza se tarda el doble de tiempo en capturar un castor que en atrapar a un gamo, un castor valdrá más que un gamo. De hecho, el valor de la carne del castor será el doble que el del gamo. En una sociedad desarrollada, el valor medido por precio se basa a menudo en el tiempo de trabajo. Por tanto, un producto artesanal será más caro en el mercado que un producto de la industria a gran escala. El tiempo de trabajo es una parte importante de la factura de un proveedor de servicios a un individuo o empresa.

Sin embargo, la actividad productiva presupone el uso de instrumentos y herramientas, lo que se denomina capital físico o técnico. Los cazadores de los que habla Adam Smith necesitan arcos y flechas, incluso trampas sofisticadas, para capturar la presa. El mecánico o el fontanero utiliza herramientas para realizar su trabajo. David Ricardo, en el linaje de Smith, muestra que el valor de los bienes y servicios deriva, por supuesto, del tiempo de trabajo, pero también de los instrumentos de producción. Son imprescindibles y su fabricación lleva tiempo. Ricardo, por tanto, evoca la noción de trabajo incorporado para designar tanto el trabajo humano directo, entendido en términos de tiempo de trabajo, como el trabajo indirecto que depende de las diversas herramientas e instrumentos que utilizan los trabajadores. Este tiempo de trabajo indirecto debe tenerse en cuenta para determinar el valor de los bienes y servicios ofrecidos al consumidor.

La teoría del valor de Karl Marx

Karl Marx, notablemente en su trabajo publicado en 1867, El capital, muestra que el empresario obtiene tanto trabajo vivo (trabajo directo, para Ricardo) como capital, al que llama trabajo muerto o trabajo cristalizado. Marx no cuestiona la herencia clásica, sino la distribución del valor creado entre los trabajadores y los propietarios de los medios de producción (la clase capitalista).

El capitalista compra trabajo humano a su valor de cambio en el mercado, pero lo usa a su valor de uso. Si el salario prevaleciente es de 57 euros por día de trabajo (salario digno) y el trabajador crea 80 euros de valor, la diferencia, que Marx llama plusvalía, es confiscada por el propietario de los medios de producción. En cuanto al capital, trabajo cristalizado, para Marx no puede estar en manos de particulares en la medida en que se origina en «el trabajo» de un gran número de individuos que crearon y perfeccionaron los instrumentos de producción.

La concepción subjetiva del valor: valor de utilidad

Los economistas neoclásicos abandonan la teoría del valor trabajo volviendo al valor de utilidad. Pasamos así de una concepción objetiva del valor (valor del trabajo) a una concepción subjetiva que nace de la utilidad que los agentes económicos otorgan a los bienes económicos en un mundo necesariamente sujeto a la escasez.

El valor de los bienes no está determinado por la cantidad total de productos que se pueden adquirir sino por el costo necesario para la producción de la última unidad, denominada utilidad marginal. El concepto de utilidad marginal se encuentra en la intersección de la utilidad y la escasez de bienes económicos. Ya no se trata de definir el valor de los bienes por su utilidad global sino por las posibilidades características que tiene un agente económico de obtener la última unidad del bien considerado. El principio de razonamiento en el margen se ha extendido a todos los ámbitos de la actividad económica, ya sea la producción o el consumo.

Síntesis de Alfred Marshall

Este dilema entre visión objetiva y visión subjetiva del valor será superado por el economista británico Alfred Marshall. En su libro, Principios de economía política (1890), opera la síntesis entre las dos definiciones de valor. La oferta de un bien es función de los costos de producción (visión objetiva), mientras que la demanda de un bien está determinada por la utilidad (visión subjetiva). En el corto plazo, las capacidades de producción no se pueden modificar (capital, equipos, existencias de productos terminados), por lo que es la intensidad de la demanda la que determinará el valor de los bienes denominados por precios. A largo plazo, los emprendedores tienen la posibilidad de modular las capacidades de producción; Los costos de producción son determinantes en la formación de precios que luego generan el valor de los productos.

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