Vampirismo según el Espiritismo

Tradicionalmente, la humanidad cree en el vampiro como un ser que ya no pertenece al mundo de los vivos y suele salir de la tumba por la noche para chupar la sangre de los seres vivos. Según la doctrina espírita, este concepto no es del todo erróneo, ya que son precisamente los espíritus desencarnados, por tanto libres de materia, los que se alimentan de las energías de los encarnados; la única diferencia es que pueden realizar este acto en cualquier momento en la escala de tiempo, no solo por la noche.

En el vampirismo las entidades aún no desarrolladas espiritualmente, prisioneras de los deseos y caprichos humanos, los recursos materiales y sus pensamientos inferiores, son atraídas por la constitución física de los vivos y también por otras criaturas ya muertas, de las que extraen la esencia vital. Pero es necesaria una condición para que se establezca esta relación, la existencia de una sintonía entre las mentes que se conjugan, es decir, la persona necesita ofrecer refugio a estos seres en su propia mente.

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Por tanto, la interacción vampírica debe ser mutua, con el acuerdo de ambas partes involucradas en este proceso. También se establece entre personas vivas, ya que siempre hay un intercambio de energía entre quienes se relacionan, sin importar en qué plano se produzca, en el de los vivos o en el de los muertos.

Las más diversas modalidades energéticas se inician en la conexión espiritual, provocando una influencia recíproca en la interacción humana; si puede ser positivo y productivo, también se vuelve fácilmente destructivo y negativo, incluso cuando ocurre en la esfera inconsciente de los seres.

Es común que algunas personas que están más perturbadas y espiritualmente débiles succionen las energías de otros sin darse cuenta de lo que están haciendo; la criatura de la que se extrae la sustancia energética se siente enferma y detecta que una sensación desagradable emana de aquél con quien está en contacto. Por lo general, se debilita y comienza a evitar la compañía de este ser.

Este tipo de parasitismo psíquico solo afecta a quienes crean en sí mismos condiciones internas deprimentes y desequilibradas, ya que quienes permanecen mentalmente sanos y espiritualmente estables no atraen espíritus que se encuentran en condiciones opuestas. Por lo tanto, el vampirismo solo convierte a sus víctimas entre los inactivos, los poco vigilantes y los portadores de patrones vibratorios más bajos.

Cualquiera puede convertirse en vampiro desde el momento en que chupa la energía de los demás, en una actitud egoísta y egocéntrica que afecta negativamente al entorno en el que se encuentra. El mejor antídoto contra el vampirismo es mantener una lucha interior incesante contra las influencias negativas y las imperfecciones morales.

Se puede decir que la reforma interior persistente conduce al ser por un camino cada vez más alejado de aquel que conduce al vampirismo; un buen equilibrio orgánico también contribuye a la estabilidad espiritual. Mantener una buena alimentación, el necesario descanso físico y mental, un sueño tranquilo, una vida menos estresante y una afectividad sana, proporciona, por tanto, una mejor armonización del espíritu.

Fuentes:
http://espiritananet.blogspot.com/2007/11/obsesso-e-vampirismo.html
http://www.comunidadeespirita.com.br/temas/TEMA%20VAMPIRISMO.htm

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