A la vuelta de España, el ejército de Carlomagno vio su retaguardia, confiada por el emperador a su sobrino Roland, atacada por sarracenos muy superiores en número, tras una traición de Ganelón. A pesar de su valentía, los valientes (Roland, su amigo Olivier, el arzobispo Turpin) fueron masacrados en Roncesvalles. Advertido demasiado tarde porque Roland no quiso hacer sonar la bocina hasta el último extremo, el emperador vengó a sus compañeros y mandó ejecutar al delincuente.
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