Pieza en 16 pinturas de J. Genet (1961, creada en 1966).
En torno al pobre Saïd –condenado a traicionarse a sí mismo (“¿Me voy a seguir pudriendo para pudrir el mundo?”, pregunta) y asesinado por los combatientes– se desarrolla la tragedia de la guerra colonial en la que la corrupción de los poderosos y la de los pobre.
Dirigida por R. Blin en el Théâtre de l’Odéon, la obra provocó un escándalo por su insolencia hacia el ejército francés durante la guerra de Argelia. Es, ante todo, un viaje metafórico entre la vida y la muerte, donde todo es signo, como las pantallas cuya simbología subraya J. Genet.