Libro de Jean-Jacques Rousseau (1755).
Rousseau respondió a la pregunta planteada al concurso por la Academia de Dijon: “¿Cuál es el origen de la desigualdad entre los hombres, y si está autorizada por la ley natural. Es necesario, de entrada, distinguir entre desigualdad natural y desigualdad social. El hombre primitivo, más imaginado que reconstruido según las incompletas observaciones de la antropología, es vigoroso, sin pasiones, sin miedo, pues no tiene relaciones con sus semejantes, y obedece sólo al instinto de conservación, fácil de ejercitar en un mundo donde todos son autosuficiente. Pero la libertad, que diferencia al hombre de los animales, ha desarrollado en él un molesto deseo de superación. Habiéndose hecho social, el hombre podría haber permanecido feliz sin la agricultura y la metalurgia, de las que nacieron la propiedad y la dependencia. Habiendo pretendido la ley sancionar privilegios, la desigualdad se convierte, en cada Estado, en amenaza de rebeldía contra la opresión y, entre Estados, en amenaza de guerra. La violencia de este texto asustó a los académicos que le negaron el premio.
