Orden fundada en Roma en 1540 por unos maestros de las artes de la Universidad de París, agrupados en torno a San Ignacio de Loyola, elegido general en 1541.
La Compañía es una orden de «clérigos regulares», cuyos miembros se ponen a disposición del Papa, a quien los profesos se unen con un voto especial de obediencia. A partir de 1547, Ignacio adoptó, además del ideal misionero, el ministerio de la enseñanza, hecho imprescindible por las necesidades de la reforma católica. Gobernado por un Oficial general, elegido de por vida por el congregación general, la Compañía comprende varias clases, desde el coadjutor hasta los profesos de votos solemnes. Su espiritualidad es la que San Ignacio desarrolló en su Ejercicios espirituales: se caracteriza por la entrega activa a la voluntad de Dios manifestada por la obediencia. Pero no se trata, como dice la leyenda, de una obediencia de cadáver: ninguna orden religiosa como la Compañía de Jesús tiene una actividad apostólica tan diversificada y adaptada: desde la docencia a la investigación científica, desde la formación espiritual al compromiso misionero.
La orden ya contaba con 1.300 miembros en 1600. Instalados en la mayoría de los países europeos, especialmente en los afectados o amenazados por el protestantismo, los jesuitas se dedicaron muy rápidamente, en todo el mundo, a la actividad misionera, cuyo modelo sigue siendo San Francisco-Xavier. Su considerable influencia, tanto en la teología como en el plano político, les trajo celos, oposición e incluso persecución. Determinados adversarios de los jansenistas, los jesuitas también lo fueron, en el Siglo de las Luces (xviiiy s.), filósofos y enciclopedistas. Expulsada de Portugal (1759), Francia (1762), España (1767) la Orden fue disuelta en 1773 por Clemente XIV, que cedió a las presiones de los Borbones. Restaurada en 1814 por Pío VII, él sabe, en xixy s., una nueva era de prosperidad, puntuada, en varios momentos, por expulsiones de gobiernos liberales o anticlericales. En 1914, los jesuitas sumaban 20.000; serán 34.000 medio siglo después. La Compañía de Jesús es sensible, por vocación, a los cambios contemporáneos: sus orientaciones apostólicas se ven afectadas por esto y preocupan a Roma con su novedad. En 1981, el Reverendo Padre Arrupe, general desde 1965, renunció y fue reemplazado por un delegado personal del Papa. En 1983, el Reverendo Padre Kolvenbach fue elegido Superior General.