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Criollo – – Definiciones y conceptos

Criollo –

Movimiento de defensa de los valores culturales y espirituales propios de los criollos de las Antillas francesas. (Situando el tema del idioma criollo en el corazón del proyecto de emancipación poscolonial, el criollo es parte de la larga historia del reconocimiento de la especificidad antillana tanto como en el nuevo contexto global de una cultura sin fronteras).

De la negritud al criollo

El movimiento de la negritud, asociado desde 1941 en Guadalupe y Martinica a la revista Zona tropical ya la obra poética de Aimé Césaire, marcó la primera revuelta contra la imitación de la cultura y los modelos literarios de la metrópoli por parte de los intelectuales antillanos. Frente a la aculturación, las tendencias a la asimilación y el exotismo celebrando las «islas felices» con la mirada del europeo, el «gran grito negro» exaltaba el sufrimiento del negro en todos los continentes.

Siguiendo a Césaire, pero más apegado a la especificidad de las Indias Occidentales, Édouard Glissant analizó las “Indias Occidentales” a la luz del diagnóstico establecido por el psiquiatra Franz Fanon (Piel negra, mascarillas blancas, 1956): marcada por el trauma del pasado colonial y la jerarquía racial, la sociedad antillana tuvo que curar sus neurosis reapropiando su espacio y memoria confiscados (el discurso de las Indias Occidentales, 1981).

En cuanto al criollo, es defendido por autores que ingresaron a la literatura luego de los grandes movimientos de descolonización. El manifiesto fundador del movimiento es obra de Patrick Chamoiseau y Raphaël Confiant, quienes firmaron con el lingüista Jean Bernabé elEn alabanza del criollo en 1989.

Defensa e ilustración del criollo

El propósito del manifiesto, defensa e ilustración del criollo, es ante todo legitimar y desarrollar el lenguaje de las Antillas, cuya especificidad había salido a la luz gracias a una renovación intelectual local en años anteriores (creación de revistas y periódicos en Criollo, nuevas editoriales, fundación de la Universidad de las Antillas y Guyana en 1982).

El criollo de las Antillas, nacido del contacto de los dialectos franceses del norte de Francia hoy desaparecidos (Poitevin, Norman) o residuales (Picard) y lenguas africanas, fue inventado en resistencia a la opresión colonial y a la esclavitud, produciendo un original cultura que se ha mantenido viva. Reconocido ahora como soporte de la memoria y la imaginación, da lugar a un trabajo de reapropiación.

Raphaël Confiant y Patrick Chamoiseau, que desean completar «la actualización de True Memory», publican siguiendo elFelicitar una antología de literatura caribeña, Letras criollas. Rastros de la literatura antillana y continental. Haití, Guadalupe, Martinica, Guyana. 1635-1975 (1991). Al mismo tiempo, hacen campaña contra la autocensura del criollo en el Caribe, pretenden facilitar su redacción, desarrollar su léxico e institucionalizar su enseñanza. El trabajo realizado dentro del Grupo de Estudio e Investigación en el Espacio Criollo (GEREC) permite el establecimiento de una redacción específica a partir de la primera investigación Bernabé, así como un trabajo sobre neologismos y la edición de glosarios especializados.

Como resultado del movimiento, el criollo alcanzó el estatus de lengua regional (2000), sin embargo, se creó un concurso de reclutamiento de profesores especializados (CAPES de Creole). Pero, conscientes de las dificultades de un proyecto de promoción y enriquecimiento de un patrimonio con un público necesariamente limitado, Confiant y Chamoiseau reivindican la creolidad como un proyecto literario y cultural capaz de dirigirse a «todas las pequeñas cadenas del mundo».

Literatura de todo el mundo

Porque quieren hacer oír la voz popular de los narradores incluso dentro de sus obras en francés, los escritores de Creolite se topan con la paradoja de escribir un lenguaje esencialmente oral, no codificado y conmovedor, a riesgo de congelarlo. En un sistema gráfico y una enunciación literaria que le es ajena. Por tanto, deben ser una obra de creación por derecho propio: será la “oraliture” (Confidente), invención siempre provisional de una herramienta entre lo escrito y lo oral, mediante la cual la creolidad forja un nuevo lenguaje más allá de las jerarquías lingüísticas. Rechazando tanto la normalización del criollo como la pintoresca criollización del francés, recurre a todos los recursos lingüísticos disponibles en la actualidad.

El mestizaje de lenguas reconocidas en la historia de la lengua criolla se convierte entonces en modelo, principio y dinámica de una práctica literaria extendida. El criollo moviliza el “magma antillano” al servicio de un “mundo-percepción”, abre el ser criollo al “Mundo-Totalidad” del que se convierte en una figura emblemática capaz de pensarlo y reflejar su complejidad.

El movimiento pretende llegar a «un público que viene de todas partes del mundo, que todavía no es un pueblo, pero que ahora es consciente de la infinita diversidad del mundo».

Tal es el proceso de «criollización» que Chamoiseau pide (Escribe el «discurso de la noche». Nueva literatura antillana, colectivo, 1994). En esto se une a las nuevas propuestas de Édouard Glissant (Poética de la relación, 1990; Faulkner, Misisipi, 1996; Tratado de todo el mundo, 1997) en su rechazo de una identidad concebida en el modo esencialista y cerrado de raza, territorio o nación, en favor de una identidad en rizoma, abierta, llevada por la dinámica de la relación.

El criollo ve así la cultura criolla evolucionar desde el estatus de especificidad reconocida al de un modelo que ofrece al Todo Mundo «una dimensión sin precedentes que permite a todos estar allí y en otro lugar, arraigados y abiertos, de acuerdo y deambulando».

A raíz de Confiant (Agua de cafe, 1991; Comandante de azúcar, 1994; Asesinato del sábado Gloria, 1997, Hebra de amor, 2001; el vientre del chacal, 2004, Caso en China, 2007) y Chamoiseau (Crónica de las siete miserias, 1986; Magnífico Solibo, 1988; Texaco, 1992; el viejo esclavo y el sabueso, 1997; Bíblico de los últimos gestos, 2002; Domingo en el calabozo, 2007), otros autores martiniqueños “hacen hablar al mudo” y se relacionan con el criollo, en particular Gisèle Pineau (la impulsión de los grandes espíritus, 1993; Hope-Macadam, 1995; Carne de chile, 2002; Flor de Berbería, 2005; Morne capresse, 2008) y el poeta y novelista Ernest Pépin (el hombre del palo, 1992; Tambor-Babel, 1996; Ruido de palabras libres, 2004; el revés del decorado, 2006).

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