Medicamento utilizado por su capacidad para reducir el exceso de actividad mental.

El término tranquilizante es poco utilizado por los médicos; forma parte del lenguaje cotidiano y designa dos familias de psicofármacos (activos sobre el psiquismo): ansiolíticos, “tranquilizantes menores”, indicados en la ansiedad; neurolépticos, o antipsicóticos, “tranquilizantes mayores”, indicados en psicosis.

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Las sustancias medicinales sedantes, los tranquilizantes se obtienen por síntesis. El primer producto fabricado fue el meprobamato, comercializado en Francia con el nombre Équanil. Luego se desarrollaron otros productos, incluidos G 33 040 (Insidon), clordiazepóxido (Librium), diazepam (Valium). En psicofarmacología, estos fármacos se clasifican en el grupo de los timolépticos, es decir, sustancias que tienen una acción calmante sobre el estado de ánimo y la afectividad. Son sedantes y, si no están destinados a adormecer al sujeto, en ocasiones inducen el sueño, especialmente cuando se administran en dosis elevadas.

Los tranquilizantes no tienen acción depresora sobre los centros nerviosos (no son neurolépticos). No actúan en estados psicóticos, por ejemplo en delirios y alucinaciones. Por otro lado, son muy efectivos en estados neuróticos, estados de tensión y emoción, irritabilidad, agresividad, ansiedad, depresiones de simple reacción, enfermedades psicosomáticas. También se utilizan en la preparación preoperatoria de pacientes quirúrgicos.

La estructura química muy variada de los tranquilizantes les confiere diferentes propiedades. Algunos de ellos son relajantes, otros son estimulantes, otros son particularmente activos en el sistema neurovegetativo. Es por ello que corresponde únicamente al médico elegir el producto especialmente adaptado al caso de su paciente.

Son sustancias de baja toxicidad que se prestan a un tratamiento ambulatorio y prolongado. Sin embargo, su uso requiere precaución. De hecho, existe el riesgo de adicción debido a la euforia que proporcionan. Hacen intolerantes al alcohol, en ocasiones producen somnolencia, impotencia, reacciones alérgicas, ciertos trastornos hepáticos o sanguíneos e incluso trastornos psicológicos. Potencializan el efecto de los barbitúricos y pueden producir intoxicaciones cuando se combinan con otras drogas. Entre los tranquilizantes, a veces hay un antagonismo. En ningún caso debe tomar tranquilizantes sin prescripción médica y debe informar a su médico, durante cualquier consulta, si también está en tratamiento con este tipo de fármacos. Debido a los riesgos teratogénicos, están contraindicados en mujeres embarazadas.

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