Tumor de hueso – cáncer de hueso – neoplasias

tumores óseos representan el sexto grupo de incidencia de cáncer más grande del mundo. Entre los principales tipos de tumores tratados en oncología, el cáncer de hueso es responsable de aproximadamente el 6% de todos los casos de cáncer entre niños y jóvenes.

Los tumores óseos se pueden dividir en dos grupos principales: cáncer de hueso primario y cáncer de hueso secundario. Esta clasificación depende del área ósea y / o del tipo de tejido circundante afectado, así como del tipo de célula que forma la formación del tumor.

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Radiografía de la pierna de un paciente afectado por un tumor óseo. Foto: Wonderisland / Shutterstock.com

En los casos de carcinomas óseos, se entiende que el proceso de desarrollo de la carcinogénesis se produce por una reacción del tejido óseo normal en respuesta a una célula que ha sufrido una mutación genética, por acción osteolítica (destrucción ósea) u osteoblástica (formación ósea). . De manera amplia, se sabe que el cáncer de hueso se produce debido a una serie de mutaciones que confieren a las células características especiales, tales como: capacidad ilimitada de proliferación, pérdida de respuesta a factores inhibidores del crecimiento, evasión de la apoptosis, capacidad de invadir otros tejidos ( que caracteriza la metástasis), producción de una nueva red vascular (angiogénesis).

Los tumores óseos aún se desconocen en lo que respecta a la fisiopatología. Las investigaciones señalan algunas características específicas sobre el perfil de los pacientes que pueden tener la patología, independientemente de si se presenta de forma primaria o secundaria, como: edad entre 15 y 19 años o después de 65 años, factores de génesis como traumatismo físico , exposición hereditaria a agentes químicos como derivados del alquitrán, contaminación del aire, hormonas, medicamentos, entre otros. La mayoría de los pacientes con tumores óseos tienen una translocación cromosómica que involucra el gen EWS en el cromosoma 22 y un gen de la familia ETS de factores de transcripción con altos niveles de expresión de C-myc. Con tales factores, el paciente que desarrolla esta forma de carcinoma puede presentar síntomas de dolor severo, así como fiebre alta (más de 39º) y pérdida progresiva de peso de origen desconocido, edema, debilidad ósea, limitación de movimiento, anemia. Sin embargo, es de destacar que ninguno de estos síntomas son características determinantes para el diagnóstico afirmativo de cáncer de hueso. Para ser correctamente diagnosticado son necesarios varios exámenes complementarios además de los síntomas y antecedentes.

Entre los grados de evolución histológica, se observan las siguientes características:

  • Grado I: se caracteriza por no tener atipia celular, presentando un tumor de bordes definidos y cortical completo;
  • Grado II: se caracteriza por presentar alguna atipia celular, cortical ósea expandida con bordes bien definidos;
  • Grado III: se caracteriza por presentar una gran atipia celular, con bordes tumorales no delimitados, presentando invasión de tejidos blandos adyacentes, lo que se considera un grado maligno;

Los tratamientos actuales consisten básicamente en técnicas de resección tumoral, con o sin artrodesis. En los casos de grado I y II, generalmente se utiliza el procedimiento de legrado quirúrgico con el uso de ácido carbólico e injerto óseo, asociado o no a la cauterización química para contener la progresión tumoral, evitando así la necesidad de amputación del segmento. Sin embargo, los procedimientos quirúrgicos dependen mucho de la ubicación anatómica del tumor, ya que el tumor puede desarrollarse en estructuras inoperables.

Para que el examen físico indique la posibilidad de cáncer de hueso, se realizan algunas observaciones para iniciar el proceso investigativo, tales como: cambios en el contorno óseo y dolor a la palpación de la estructura. En los exámenes de imagen se observarán cambios en el contorno y la densidad, así como cambios en los exámenes de laboratorio e histológicos que demuestren altas tasas de deshidrogenasa láctica sérica e inmunohistoquímica positiva para CD99 / Mic-2, que son marcadores de diferenciación neural.

A pesar de tantos avances realizados hasta el momento en el diagnóstico del cáncer de hueso, cada vez se hace más hincapié en la necesidad de la prevención y el seguimiento continuado y precoz para que las posibilidades de curación sean cada vez mayores, para que el paciente no sufra mayores complicaciones derivadas de los tratamientos elegidos. por el profesional que monitoriza la progresión del tratamiento. La información y la atención médica marcan la diferencia cuando se busca un diagnóstico y tratamiento tempranos.

Bibliografía:

http://periodicos.unicesumar.edu.br/index.php/saudpesq/article/view/1234/1156

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