Cirrosis es un cambio patológico crónico en el tejido de un órgano, que transforma el tejido compuesto por células normales en tejido fibroso. Según el diccionario Aurélio, la cirrosis es un “Proceso fibrosante diseminado que puede comprometer el hígado y los pulmones o los pulmones, subvirtiendo su patrón celular.”(1997).
Hay tres tipos de cirrosis: hepática, biliar y posnecrótica.
La cirrosis más común es la de hígado. La enfermedad afecta al hígado, por los siguientes factores: Hay una destrucción de las células del hígado (necrosis) y en esta «herida» se forma tejido cicatricial. No es suficiente, sobre este tejido que parece una herida curada, el tejido comienza a regenerarse con deficiencia. Y el proceso se repite, formando nódulos granulares, cambiando la estructura del hígado. El proceso de cirrosis es irreversible y, si no se trata, puede ser fatal.
La hepatitis crónica causada por los virus B y C, la hepatitis autoinmune y el uso de ciertos medicamentos pueden ser causas de cirrosis hepática. Pero la principal causa de cirrosis hepática es el abuso de alcohol. Según los investigadores, del 50% al 90% de los cirróticos son alcohólicos.
El hígado es responsable del metabolismo del alcohol, que si se consume en dosis excesivas destruye los tejidos vitales y perjudica el funcionamiento del órgano.
La cirrosis biliar es causada por la obstrucción de los conductos biliares, a menudo causada por caucles (cálculos) o por tumores.
La cirrosis posnecrótica es causada por necrosis en áreas considerables del hígado. Esta necrosis puede ser causada por el uso de drogas, exposición a insecticidas, bacterias y otros. A diferencia de otros tipos de cirrosis, no es una enfermedad progresiva. Si queda parte del tejido hepático sano, no hay peligro de muerte, a pesar del área destruida.
Los principales síntomas de la cirrosis son: fatiga, pérdida de peso, hinchazón (especialmente en las piernas), dolor abdominal, náuseas, vómitos, estreñimiento, ojos y piel amarillentos (ictericia), hígado agrandado, orina oscura, caída del cabello, entre otros. Cuando no se diagnostica, la cirrosis causa cambios cerebrales (síndrome de encefalopatía hepática).
Al tratarse de un proceso patológico irreversible, el diagnóstico precoz y el tratamiento oportuno pueden retrasar o incluso prevenir una serie de complicaciones. En casos extremos, el único tratamiento posible es el trasplante de hígado.