Riqueza –

No se puede definir ‘poder‘de una manera absoluta. Su importancia varía no solo de un país a otro, sino también entre diferentes miembros de la misma nación. Se refiere a la abundancia de bienes que posee una persona, ya sea efectivo, bienes muebles, bienes raíces y bienes que se mueven por sí mismos, como el ganado. También se evalúa por la posibilidad de ser usuario de servicios esenciales, como salud, educación, entre otros.

Varios economistas clásicos y neoclásicos han creado teorías que defienden que una globalización de los mercados, con la expansión del capitalismo por todo el planeta, daría como resultado una distribución correspondiente de la riqueza entre las naciones. Sin embargo, lo que ha sucedido en los dos últimos siglos ha sido todo lo contrario. El reparto de ingresos entre países ricos y pobres se ha vuelto cada vez más desequilibrado: 1 a 2 en el siglo XIX; en vísperas de la Primera Guerra Mundial, la inestabilidad aumentó: 1 a 4; a finales del siglo XX ya había alcanzado la diferencia de 1 a 7.

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Pero incluso las teorías de la dependencia y el subdesarrollo no lograron predecir que el desarrollo del capitalismo en las antiguas colonias de países europeos o en países dominados por potencias poderosas sería impracticable. La industrialización y el crecimiento tuvieron lugar en estas tierras, a pesar de todas las predicciones sombrías: en el sudeste asiático, en los años setenta y ochenta; la expansión de China e India en la década de 1990. Según algunos estudiosos, esto deja claro que el crecimiento económico global está atravesando fases de gran armonía e inclinación hacia una larga duración.

Así, se puede decir que, a pesar de la internacionalización de los mercados y capitales, la economía persiste en su tendencia nacionalista, e insiste en mantener niveles contrastantes de crecimiento y riqueza. La cúspide del sistema económico siempre parece estar al alcance de un reducido número de naciones, que alternan entre sí las posiciones destacadas, lo que no elimina la feroz competencia entre ellas: son los viejos imperios de la economía mundial, siempre movilizados para conquistar un mercado de acciones más grande, cualquiera que sea el medio utilizado para tal fin. Entre estos recursos, la planificación para la guerra, con el objetivo de mejorar la tecnología y captar inversiones financieras, ocupa un lugar preponderante.

Dentro de un mismo país, también existen grandes contrastes en la distribución del ingreso, que provocan las más diversas disparidades sociales. Este fenómeno no solo ocurre entre diferentes regiones, ni solo de un Estado a otro, sino dentro de un mismo espacio geográfico. Esta diferencia socioeconómica tiene sus raíces en la historia de nuestro país, ya que desde el principio se consolidó una élite, proveniente de la metrópoli europea, rodeada de habitantes locales, los viejos exiliados se embarcaron para trabajar en Brasil. A estos estratos sociales se sumaron, más tarde, los esclavos africanos liberados por la campaña abolicionista y los inmigrantes.

Los ex esclavos, privados de todo, sumados a un estrato ya empobrecido -también integrado por algunos extranjeros que no triunfaron en nuestras tierras- constituían una clase marginada, excluida del centro de decisiones socioeconómicas del país. Esta situación persiste hasta el día de hoy, agravada por el caótico crecimiento de las ciudades; por los años de dictadura militar, que produjo el ‘milagro económico’, que tuvo un alto precio de la población brasileña; por años de inflación creciente y por muchos otros problemas sociales y económicos nacionales y mundiales.

Fuentes
http://www.desempregozero.org.br/artigos/riqueza.php
http://www.galizacig.com/index.html

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