impulso bajo latín pulsio -onis del latín clásico pulsum de pellere empujando

(bajo latín pulsio, -onis, del latín clásico pulso de pellere, para empujar)

Fuerza en el límite de lo orgánico y lo psíquico que empuja al sujeto a realizar una acción para resolver una tensión proveniente del organismo.

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PSICOANÁLISIS

El término «drive» se introdujo en las traducciones francesas para hacer que la palabra alemana Trieb y evitar el uso de «tendencia» o «instinto».

Un proceso dinámico

El impulso consiste en un empujón (carga de energía) que hace que el organismo tienda hacia un objetivo. Según Freud, una pulsión tiene su origen en una excitación corporal: está en su trasfondo somático, pero se expresa en forma psíquica. Su «objetivo» es eliminar el estado de tensión que constituye su «fuente»; es en el «objeto» donde logra su meta.

El término aparece en 1905 en el Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad. El estudio de las perversiones sexuales y la introducción de la noción de sexualidad infantil llevan a Freud a cuestionar la concepción tradicional que atribuye al impulso sexual un fin específico (unión-generación) y que lo localiza en el aparato genital. Una de las mayores rupturas del psicoanálisis consiste en mostrar, por el contrario, que el objeto es variable, contingente y constituido según la historia personal de cada uno.

Los objetivos son múltiples y pueden ser parciales; las propias fuentes somáticas son diversas y van mucho más allá del sistema genital: pueden retener distintas zonas erógenas. Los impulsos parciales no están subordinados a la realización del coito y solo se vuelven parte de él al final de un proceso complejo, distinto de la maduración biológica. El Tres ensayos sobre teoría sexual de 1920 plantean claramente la idea de una actividad sexual previa a la pubertad, caracterizada por la sucesiva primacía de «pulsiones parciales» (oral, anal, fálica) dando paso, en segundo lugar, a la «amnesia infantil», que abre el «período de latencia». «.

Una concepción dualista

La sexualidad, en este sentido ampliado, informa, por tanto, de toda la vida psíquica. Sin embargo, la teoría de las pulsiones, en Freud, es siempre dualista. El primer dualismo que concibió es el que opone los impulsos sexuales al ego y los impulsos de autoconservación destinados a satisfacer las necesidades esenciales para la conservación del individuo. Esta dualidad permite dar cuenta del conflicto psíquico: el yo encuentra en el impulso de autoconservación una defensa contra la sexualidad.

Además, en Más allá del principio del placer (1920), Freud opone los impulsos de la vida y los impulsos de la muerte. Las pulsiones de muerte tienen como objetivo abolir la tensión devolviendo al ser vivo al estado inorgánico: para ello primero se vuelven hacia adentro y tienden a la autodestrucción; sólo de forma secundaria se vuelven hacia el exterior, en forma de impulsos de agresión o destrucción.

Libido

Por tanto, el impulso sexual se mantiene en el límite somato-psíquico. Freud designa con «libido» el aspecto psíquico del impulso sexual: es «la manifestación dinámica en la vida psíquica del impulso sexual». En la medida en que la pulsión sexual representa una fuerza que ejerce un «empujón», Freud define la libido como la energía de esta pulsión: se caracteriza por su dimensión cuantitativa.

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