Cuarto y último Evangelio, en el orden canónico del Nuevo Testamento.
El cuarto Evangelio, llamado Evangelio según san Juan, es fruto de una larga maduración. Proveniente de comunidades que viven en Siria y Asia Menor, debe haber tomado su forma final en los años 90-100. Este Evangelio se diferencia de los otros tres Evangelios (llamados sinópticos) por su organización, su contenido, su vocabulario, su estilo, pero también por sus perspectivas teológicas: se presenta como una profundización de los acontecimientos centrales de la historia de la salvación que aparecen como el pináculo de la revelación divina.
La primera parte (I a XII) se articula en torno a siete milagros (llamados «signos») y largos discursos de Jesús construidos en espiral. Jesús se presenta allí como el “pan de vida”, el “buen pastor”, la “luz del mundo”. La segunda parte (XIII a XXI) culmina con la historia de la Pasión y la Resurrección, introducida largamente por los discursos de despedida a los discípulos (XIII a XVII). El relato del arresto, juicio y muerte de Jesús se acerca en su desarrollo al de los tres evangelios sinópticos.
El Evangelio de san Juan en su conjunto revela quién es Jesús ante el mundo, luego ante los suyos. Él es el Hijo, en estrecha relación con el Padre, que lo envió. El prólogo (I, 1-18) lo presenta como el Verbo preexistente que se encarnó y que suscita la disputa. El tema del juicio que lleva a la cruz recorre todo el Evangelio. La cruz se describe allí como la hora de la elevación y glorificación de Cristo: la manifestación de su verdadera identidad.