Written by En la segunda mitad del siglo XVIII, Estados Unidos se independizó del dominio británico y formó su propia estructura política a través del sistema republicano. Cuando George Washington (1789-1797) asumió el cargo de Primer Presidente del país, se embarcó en una política aislacionista para distanciarse de los intereses europeos.
Unos años más tarde, con la proclamación de la independencia de los países latinoamericanos anteriormente colonizados por europeos, Estados Unidos insistió en reconocer la hegemonía de cada nación, para liberar al continente de las intervenciones europeas.
En diciembre de 1823, el entonces presidente de Estados Unidos James Monroe (1817-1825) hizo una declaración en el Congreso de su país para exigir el distanciamiento de los europeos que pretendían retomar el proceso de colonización. Los principales países que querían volver a invadir territorio americano formaban parte de la Santa Alianza (como Austria, Rusia y Francia).
De acuerdo a Doctrina Monroe, “Los continentes americanos, en virtud de la condición libre e independiente que adquirieron y conservaron, ya no pueden ser considerados, en el futuro, susceptibles de ser colonizados por ninguna potencia europea”.
El texto decía que Estados Unidos no podía intervenir en Europa cuando ocurrían conflictos regionales, así como los intereses estadounidenses no podían tener ninguna interferencia de un país europeo.
Aunque la Doctrina Monroe contribuyó en gran medida a la independencia del continente americano en su conjunto, Estados Unidos también preservó sus intereses en la región. Al evitar la interferencia europea, los estadounidenses estaban sellando su hegemonía en la región, algo que algunos estudiosos llaman panamericanismo.
Con la creación de la Doctrina Monroe, Estados Unidos, libre de cualquier interés de los países europeos, inició una política expansionista a gran escala, borrando incontables tribus indígenas del mapa para volverse cada vez más poderosas.
