Emanuel Swedenborg – Biografía –

Mucho antes de que Allan Kardec codificara su doctrina, el joven sueco Emanuel Swedbergmás tarde conocido como Emanuel Sueciaborgya se preocupaba por las cuestiones del alma, la existencia después de la muerte, el mundo espiritual y la posibilidad de interactuar con aquellos que partieron hacia la esfera de la invisibilidad.

Nacido en 1688 en Estocolmo de Jesper Swedberg, un clérigo del luteranismo, tuvo ocho hermanos más. Muy temprano, a la edad de 4 años, reflexionó sobre la existencia de un Ser Supremo, los caminos de salvación y las experiencias espirituales de la humanidad. A veces, el niño sorprendía tanto a sus padres con manifestaciones inusuales, que creían estar frente a un mensajero de las figuras angelicales.

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Al principio, por lo tanto, el niño mostró una sensibilidad inusual. A los 11 años ingresó a la Universidad de Uppsala, donde se graduaría en un campo profesional similar al de la Ingeniería actual. Emanuel valoró mucho la adquisición de conocimientos diversificados, como Óptica, Matemáticas, Economía y Mecánica.

Luego de culminar sus estudios, el muchacho viajó a varios países de Europa en busca de mayores conocimientos. Al regresar a su tierra natal, el soberano Carlos XII lo invitó a ser discípulo de Christopher Polhem, entonces renombrado inventor, personalidad fundamental en el desarrollo de la industrialización sueca. A partir de ese momento, la carrera profesional de Emanuel comenzó a acelerarse.

En 1719, su familia ganó, junto con la reina Ulrica Eleonora, la nobleza que permitiría la conversión de su apellido de Swedberg a Swedenborg, un paso de ascensión social que, sin embargo, no significó nada para Emanuel, a quien solo le importaba buscar nuevos conocimientos. Con la muerte de su padre, en 1735, se dedicó obsesivamente a la prueba científica de la existencia del alma.

De este modo, se dedicó a las investigaciones de la anatomía humana, diseccionando organismos muertos, consciente de que, si comprendía el mecanismo de funcionamiento del cuerpo, asiento del alma, pronto podría comprobar su realidad. Luego de las visiones que tuvo, a partir de 1743, principalmente la de un espíritu que anunciaba su misión en la Tierra, la de desentrañar el significado espiritual de las Sagradas Escrituras, elaboró ​​una teoría de carácter filosófico-espiritual.

Sus ideas, registradas en las obras ‘arcana caelestia‘ y ‘Apocalipsis Revelata‘, fueron llamados por él la Nueva Jerusalén. Según su doctrina, en todo hay un significado espiritual conocido sólo, esencialmente, por el Creador. Emanuel incluso relata lo que ve en el ámbito espiritual, desde casas, templos y salas de conferencias.

Varios conceptos esbozados por Emanuel fueron rescatados en la posteridad no sólo por seguidores del Espiritismo, sino también por literatos como William Blake, Jorge Luis Borges, Charles Baudelaire, Arthur Conan Doyle, futuro discípulo de la Doctrina Espírita, y también por el filósofo alemán Immanuel Kant.

Los conceptos que más influyeron en quienes siguieron sus pasos fueron: la creencia en una morada espiritual, la existencia de diferentes esferas en la espiritualidad, a través de las cuales evoluciona el Hombre, la posibilidad de interacción con aquellos que partieron hacia el Mundo Invisible, la perfecta correlación entre los universos material y espiritual, mundos conectados por un lazo inquebrantable.

Las reacciones a sus declaraciones fueron de lo más diversas, desde un completo escepticismo, que lo acusaba de charlatanería, hasta cierta adoración a los discípulos que constituían sociedades repartidas por todo el continente europeo. Emanuel dejó de lado todas las preocupaciones materiales para entregarse en cuerpo y alma a su misión. También ayunó y oró incesantemente para liberarse de sus imperfecciones y aceptar los designios divinos.

Fuentes:
Eduardo Szklarz. Emanuel Swedenborg, el precursor, en Aventuras na História presenta: Espiritismo. La trayectoria de una doctrina. Editora Abril, Ed. 80-A, Abril 2010.

Diccionario enciclopédico ilustrado Larousse. Larousse do Brasil, São Paulo, 2007.

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