Tabla de contenidos
Político británico (Glasgow 1951).
1. Número dos en el gobierno de Blair (1997-2007)
Nacido en Escocia en un modesto ambiente presbiteriano, fue elegido en 1983 a los Comunes como Tony Blair, con quien se comprometió a renovar un Partido Laborista golpeado por reveses. Pero la amistad y la complementariedad de los inicios dan paso poco a poco a una rivalidad silenciosa. De hecho, fue T. Blair quien se apoderó del laborismo tras la brutal muerte de John Smith en 1994, no sin dejar a su socio la responsabilidad de redefinir su programa económico y social.
Tras la victoria electoral de 1997, G. Brown se convirtió en ministro de Hacienda (número dos de su gobierno). Otorga su autonomía al Banco de Inglaterra, se esfuerza por respetar los principales equilibrios, consolida el crecimiento, conduce al casi pleno empleo y obtiene por parte de los nuevos laboristas una satisfacción general en términos de gestión. Además, si contribuye a reformar el estado de bienestar transformando el bienestar en sistema de trabajo, invierte en servicios públicos y hace de los impuestos una herramienta redistributiva destinada a reducir las desigualdades.
Gran ganador de las elecciones de 2005 (los británicos parecen haber renovado la mayoría más para mantenerlo en el Tesoro que para apoyar a un Primer Ministro agotado por el ejercicio del poder), menos inclinado que nunca a contentarse con su halagüeña reputación de artífice del período más largo de prosperidad en el Reino Unido, parece alentar la honda del partido de septiembre de 2006, que arrinconó a T. Blair para anunciar su inminente retirada de la vida pública.
2. A la cabeza de Labor y Reino Unido (2007-2010)
2.1. Los primeros cien dias
Tras el revés laborista en las elecciones locales de mayo de 2007 y la dimisión consecutiva del Primer Ministro a finales de junio, G. Brown asumió la dirección conjunta del partido y el país, con el encargo de restaurar el rating de Trabajar y restaurar la confianza de los ciudadanos en su gobierno. Al frente de un gabinete de cambio y concentración que manifiesta una preocupación por la renovación sin negarlo, gestiona una serie de crisis (atentados frustrados en Londres y Glasgow los días 29 y 30 de junio, inundaciones centenarias en el oeste del país, nueva brote de fiebre aftosa y tensiones con Rusia durante el verano), lo que demuestra una determinación sin ostentación que, junto con el inicio de la desconexión en Irak, seduce a la opinión pública y restaura la imagen del partido.
2.2. Primeras dificultades
Pero no logra sacar provecho de la impresión generalmente compartida de un viaje impecable de los primeros cien días. Por el contrario, se convierte en la caída en un verdadero camino de la cruz (desorden de sus tropas y más allá tras su negativa, a principios de octubre, a lanzarse a la batalla convocando elecciones generales anticipadas; interrogantes sobre su liderazgo y desencanto vinculados a su dificultad para comunicarse, su falta de carisma y aislamiento creciente; crisis de confianza ligada al vuelco de la situación económica, que empaña, desde fin de año, su reputación de competencia; protestas internas y sociales de la política fiscal adoptada en la primavera de 2008) que condujo al desastre de las elecciones locales de mayo de 2008 (las peores en 41 años). Paradójicamente, esta debacle aprieta las filas del partido y permite al Primer Ministro obtener, a pesar del «no» irlandés, la ratificación del Tratado Europeo de Lisboa.
A pesar de la reanudación de las protestas internas durante el verano, G. Brown volvió a unir la unidad del partido en su convención anual. Es cierto que la tormenta financiera que entonces cayó sobre el Ayuntamiento enfrió el ardor de los contendientes por su sucesión, que en octubre incorporó a su gabinete a eminentes figuras del blairismo, y que las medidas de emergencia tomadas con calma (apoyo brindado a la sector bancario, participación del Estado en grandes grupos financieros, plan de recuperación) le valió una mejora en las encuestas de opinión.
2.3. Un final difícil de mandato
Pero la unión sagrada apenas sobrevive al agravamiento de la crisis que el gobierno parece impotente para detener y por la que también parece tener que asumir cada vez más toda o parte de la responsabilidad. Asimismo, el acuerdo desplegado con el nuevo presidente de Estados Unidos Barack Obama y el éxito de estima que se desprende de la reunión del G20 en Londres a principios de abril de 2009 no consiguen frenar la espiral de impopularidad que vuelve a asentarse entre el Primer Ministro y la población. El escándalo de los informes de gastos de los parlamentarios, que afectó a toda la clase política a partir de mayo, hizo que el gobierno vacilara en particular.
Las elecciones locales y europeas de junio de 2009 constituyen, por tanto, para G. Brown un nuevo revés doloroso que le obliga a volver a los fundamentos laboristas. Las medidas que toma y las propuestas presupuestarias buscan por tanto reconectar con el electorado popular del Norte. No sin cierto éxito, a juzgar por la reducción de la brecha entre el Partido Conservador y el Laborismo en las encuestas. Pero un pobre candidato, G. Brown llevó su formación a la derrota en mayo de 2010. Tras el fracaso de las negociaciones entre su partido y los Demócratas Liberales, se vio obligado a presentar su dimisión y dejar su puesto al frente del Partido Laborista.
Para obtener más información, consulte el artículo. Gran Bretaña: vida política desde 1979.