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Duración entre la puesta y la salida del sol en un lugar determinado; oscuridad resultante.
Dependiendo de la estación y de dónde se encuentre en la Tierra, la duración del día y la noche varía. Cuanto más te acercas a los polos, más largas son las noches en invierno y más cortas en verano, invirtiéndose las estaciones en el hemisferio norte y en el hemisferio sur. Por otro lado, en el ecuador, la duración del día y de la noche es siempre la misma.
Observación de estrellas en la noche: las hipótesis de un Universo finito o infinito
Sorprenderse de que el cielo nocturno sea negro puede parecer extraño. Si postulamos que el Universo es finito, la pregunta es ciertamente absurda; en cambio, si se opta por un Universo infinito, esta pregunta surge necesariamente y se convierte en un enigma. Así, en 17y s., Kepler opone la oscuridad de la noche a quienes, como Giordano Bruno, afirman que el Universo es infinito. Esta es la metáfora del bosque: si imaginamos a un observador en un bosque de extensión infinita infinitamente poblado de árboles, donde quiera que vaya su mirada encontrará en su camino un tronco de árbol y no verá por ningún lado el horizonte. Y así, si el Universo fuera de extensión infinita e infinitamente poblado de estrellas, dondequiera que nuestra mirada fuera encontraría una estrella y en ninguna parte vería la negrura de la noche, sino un cielo uniformemente iluminado. Este argumento será retomado por todos los adversarios de la infinidad del mundo hasta el comienzo de la xixy s.
el universo infinito
En 1823, Wilhelm Olbers, partidario de la infinitud del mundo, se enfrentó al problema. Puede formularse de la siguiente manera: el número de estrellas en una esfera uniformemente poblada aumenta con el cubo de su radio, mientras que el brillo aparente de una estrella disminuye con el cuadrado de su distancia al observador, el brillo de una esfera estrellada que rodea a un observador, por lo tanto, crece como su radio. Y así, si aceptamos un Universo infinito, uniformemente poblado de estrellas, el cielo nocturno debería ser tan brillante como el cielo diurno. La pregunta se ha convertido en un enigma para Olbers, que cree que se resuelve sugiriendo una débil pero real absorción del espacio cósmico interestelar. La respuesta no es: los fotones absorbidos deberían calentar el espacio absorbente, y si el cielo nocturno pierde su brillo, debería volverse infinitamente caliente. Pero, en 1823, apenas habíamos comenzado a tratar las relaciones entre la mecánica y el calor, y no nos preocupamos en absoluto por las que existen entre la luz y la energía.
Un número limitado de estrellas.
Irónicamente, fue el escritor estadounidense Edgar Poe quien fue el primero en dar, en 1848, en Eureka, una primera solución al enigma de Olbers. Escribe: «Si la sucesión de estrellas fuera ilimitada, el fondo del cielo nos ofrecería una luminosidad uniforme, como la que muestra la Galaxia, ya que no habría absolutamente ningún punto, en todo este fondo, donde no hubiera estrella. Donc, dans de telles conditions, la seule manière de rendre compte des vides que trouvent nos télescopes dans d’innombrables directions est de supposer cet arrière-plan invisible placé à une distance si prodigieuse qu’aucun rayon n’ait jamais pu parvenir jusqu’ a nosotros. »
Hoy el progreso de nuestro conocimiento sobre la energía permite dar, en el marco de un Universo infinito, varias soluciones al enigma de Olbers, sin siquiera apelar a la expansión del Universo, aunque ‘a veces escribimos lo contrario: la finitud de la velocidad de la luz y de la evolución de las estrellas, en tanto las asociemos con las inmensas distancias que separan a las estrellas y con el concepto de un Universo de edad finita, basta para plantear el enigma, como ya decía E. Poe.