autoridad latina auctoritas –

(Latín autoritas)

La autoridad es lo que impone el poder, lo que produce la sumisión sin recurso a la coacción física. Una parte importante de los problemas que plantea esta noción pueden situarse en la encrucijada de la psicología, la filosofía política y la sociología.

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Autoridad en el sentido de la psicología.

Desde un punto de vista psicológico, la autoridad es la superioridad gracias a la cual una persona se hace obedecer, inspirando creencia, respeto o temor en otras personas, imponiéndose sobre su juicio, su voluntad, su sentimiento; puede estar racionalmente basado en una habilidad o, por el contrario, totalmente irracional. Capacidad para influir en otros hombres y obtener su obediencia, la autoridad presupone que esta capacidad es reconocida por los demás y, por lo tanto, no se ejerce en interés de quien la posee. Puede basarse en las cualidades personales, el prestigio o incluso en un orden social que atribuye a las instituciones el derecho de controlar el comportamiento de los individuos. En este último sentido, la autoridad política, que es una capacidad jurídica para mandar y obtener obediencia, debe distinguirse del poder, una simple capacidad de hecho.

Según Erich Fromm, idealmente se pueden oponer dos tipos de relaciones que son empíricamente susceptibles en múltiples grados en sus combinaciones: la relación amo-esclavo, una situación desigual en la que el amo sólo pretende mantener su poder sobre «su cosa» y la desigualdad ; la relación maestro-alumno, en la que el maestro pretende destruir la desigualdad siendo igualado, incluso superado, por el alumno, que es un fin en sí mismo.

I’argumento de autoridad es un argumento impuesto sin demostración lógica o prueba extraída de la experiencia.

Autoridad en el sentido de la filosofía política

Las teorías clásicas de la autoridad, ya sea que le atribuyan un origen divino o le den como fundamento el contrato social, se desarrollan básicamente sobre un terreno común. En el primer caso, el poder político se refiere a la autoridad de Dios, quien le otorga un carácter sagrado e inviolable; en el segundo caso, es el consentimiento libre y voluntario de los individuos decididos a renunciar a su libertad natural, para someterse de común acuerdo al orden de la ley, que es la fuente de la autoridad. Estas dos concepciones, en cierto sentido opuestas, confluyen en cuanto se sitúan en el marco del problema tradicional de la legitimidad de la autoridad.

A esta clásica problemática se opone el reconocimiento de la autoridad como un hecho, que se impone como una prueba cuya cuestión ya no es saber en qué condiciones puede ser legítima, sino por qué medios se ejerce, se mantiene y de dónde deriva su eficacia. Ya no se trata de asignar un origen, sino de estudiar los mecanismos de sujeción, el funcionamiento de la relación entre mando y obediencia. La ley es necesaria para la paz civil, pero no puede imponerse sólo por la fuerza.

¿Cómo analizar la naturaleza compleja del mecanismo de autoridad, dispositivo esencial para el mantenimiento del orden social? Hume, en uno de sus Ensayos morales y políticos. (Desde el origen del gobierno, 1742), otorga a la habituación la función decisiva que otros principios de la naturaleza humana no pueden proporcionar, a saber, la consolidación de la obediencia, del consentimiento a la autoridad. De este consentimiento, Pascal ha destacado claramente la dimensión imaginaria al mostrar que se basa en la imagen fantástica de la superioridad moral y social de quienes gobiernan; la eficacia de esta imagen se ve reforzada por el desconocimiento, o por el olvido, dotado, en condiciones de paz, de un valor político, del origen real de la autoridad: la violencia, la conquista o la usurpación. Pero es sin duda La Boétie quien va más lejos en el análisis del fenómeno, que designa mediante este concepto, a la vez contradictorio y significativo, de “servidumbre voluntaria”; muestra cómo la autoridad del tirano, además de la organización piramidal del poder a través de la cual se ejerce, también presupone, para ser duradera, el consentimiento de aquellos a quienes esclaviza, y más precisamente la interiorización, por medio de una especie de identificación con el tirano, una representación de la libertad como posibilidad de subyugar a otro.

Autoridad en el sentido de la sociología

En un contexto completamente diferente, este mecanismo de internalización fue analizado extensamente por Durkheim, en educación moral en particular. Durante el xixy s., la tradición sociológica se formó en gran medida en torno a una reflexión sobre el derrumbe de la autoridad tradicional provocado por la Revolución Francesa. Como el de Tocqueville sobre la centralización democrática o los de Max Weber sobre la racionalidad burocrática y las diferentes formas de dominación -tradicional, racional y carismática-, el análisis de Durkheim sobre la noción de autoridad es inseparable del problema político de la cohesión social. La autoridad moral, definida como “una realidad psíquica, una conciencia, pero superior y más rica que la nuestra y de la que sentimos que depende la nuestra”, encuentra su fuente en la sociedad. Son decisivos el conocimiento «científico» y la puesta en práctica de los medios por los cuales se produce la interiorización de esta autoridad por parte de los individuos, la inculcación de los valores que conlleva y, por ello mismo, la articulación de cada uno en la comunidad. elementos para el logro de un consenso esencial para la solidez del tejido social.

Autoridad y pedagogía

Como ha demostrado Kurt Lewin, los climas autoritarios tienen una influencia masiva en el comportamiento individual cotidiano de un grupo: la animación autoritaria bloquea al grupo, se abre a la agresividad ya la búsqueda de chivos expiatorios; pero una animación que niega la autoridad angustia profundamente al grupo, luego trae su rápida desestructuración y pasajes al acto. Sólo la animación presentada por Lewin como democrática permite al grupo afrontar la realidad, funcionar solidariamente y establecer la permisividad protegida que facilita, incluso funda, una educación.

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