Lengua no indoeuropea que se habla en el País Vasco.

LINGÜÍSTICO

Vasco (llamado euskara, euskera, eskuara Dónde uskara por sus usuarios) es una lengua aglutinante aislada en medio de las lenguas románicas. Hablado por medio millón de hablantes, se subdivide en varios dialectos: vizcaíno, guipuzcoano, haut-navarro, labourdin, bas-navarro y souletin. El euskera tiene analogías estructurales con lenguas finno-ugristas o caucásicas, como el húngaro o el georgiano.

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LITERATURA

A Xmi s., al mismo tiempo que aparecían las primeras palabras del castellano en un cartulario latino de un convento de San Millán de la Cogolla en La Rioja, también aparecían algunas palabras en euskera, o euskara. Pero los vascos, si hablaban su idioma, también lo cantaban. Han creado, con el tiempo, una valiosa literatura oral: poetas improvisados (pertsulari Dónde bertsolari) ciertamente fueron el origen de esta literatura.

Es especialmente en xixmi s. que los folcloristas (Cerquand, Webster, Vinson) han recopilado muchos cuentos, fórmulas infantiles, cuentos, acertijos, y la búsqueda continuó en xxmi, a través del trabajo de etnólogos como Azkue y Barandiarán. La canción sigue siendo el elemento privilegiado de la literatura oral: se han publicado muchas colecciones desde mediados del siglo XX. xixmi s. Sallaberry, Manterola, RP Donostia han reunido este tesoro invaluable donde las canciones de amor se codean con canciones satíricas y estrofas épicas. Algunas de ellas son de innegable calidad literaria, como la Canción de Bereterretxe, recordando el asesinato, por el conde de Mauléon, de la joven Bereterretxe alrededor de los años 1440-1450: quince estrofas de esta canción de xvmi s., publicado por primera vez en 1870, ha llegado hasta nosotros y todavía se canta.

Otro lado de esta literatura: proverbios. Una colección de 1596, atribuida al historiador Garibay, y otra de 1657, recopilada por el historiador y poeta de Souletin Arnault d’Oihenart, dan fe del interés que los vascos tenían por la paremiología y nos dan una idea de la mentalidad de los Vascos en la Edad Media. Finalmente, hay un género literario que deriva tanto de la tradición oral como escrita: el teatro pastoral, popular cantado y cantado, derivado de los teatros rurales de la Edad Media.

Debemos esperar el xvimi s. para que la literatura vasca escrita hiciera su aparición con la publicación, en 1545, de la primera obra impresa en euskera, a pesar de su título en latín (Linguae Vasconum primitiae), colección de versos de Bernard Dechepare, párroco de Saint-Michel-le-Vieux (en euskera Eiheralarre) y vicario general del país de Cize. Dechepare orienta la literatura hacia temas que cultivará posteriormente: religión, amor secular, autobiografía; de hecho, es un poeta moralista anterior al Concilio de Trento, cuyo lirismo está especialmente marcado en los dos poemas que dedica al euskera, «defensa e ilustración» del euskera. En esta época también apareció otra dirección literaria: la traducción. Con Lissarrague, pastor protestante a quien Juana de Albret, reina de Navarra, había pedido la traducción de Nuevo Testamento (1571), la literatura vasca comienza a traducir obras religiosas, género que floreció durante cuatro siglos. Esto no impide el nacimiento de obras originales, como la Gero (Después, 1643) de Axular, párroco de Sare, extenso tratado de doctrina cristiana que revela el perfil del vasco de xviimi s. y que viene impuesto por el dominio del lenguaje y el estilo: el Gero sigue siendo el modelo indiscutible de la prosa vasca, un verdadero clásico de la literatura. Por su parte, Joanes Etcheberri de Ciboure compuso tres libros de piedad en verso (1627-1636) que contienen las Navidades, algunas de las cuales todavía se cantan hoy en las iglesias vascas. Souletin Arnault d’Oihenart es el primer laico en interesarse por la literatura y la cultura vascas: su obra como historiador de Vasconia y Aquitania, escrita en latín, la lengua noble y científica de la época, no la cede en modo alguno a las obras históricas de este mismo siglo, tanto en Francia como en España; sin embargo, su poesía es criticada por cierto valor. A finales de siglo, un jesuita, el padre Gasteluçar, trata en verso Verdades católicas necesarias para la salvación eterna. Si el pensamiento sigue siendo clásico, el trabajo es innovador en términos de prosodia.

Hasta que xviiimi s., el grueso de la producción literaria se concentra en el País Vasco de Francia. Un hombre establecerá entonces el vínculo con el País Vasco de España: Jean d’Etcheberri de Sare (llamado así para distinguirlo de Etcheberri de Ciboure), médico en su pueblo natal, que luego trabajó en Navarra, en Vera de Bidasoa, luego en Guipuzcoa. Quiere hacer del euskera un medio de enseñanza a través de una gramática para aprender latín, y redacta una apología del euskera que tiene el mérito, frente a los trabajos de apologistas anteriores, de estar escrita en euskera. Se considera discípulo de Axular, cuya primacía literaria proclama.

El padre Larramendi, jesuita guipuzcoano y fogoso polemista, sustituye a Jean d’Etcheberri como apologista y maestro: de su pluma surge la primera gramática (El imposible vencido) y el primer diccionario que se ha publicado; con él, se creó un importante movimiento literario en el País Vasco de España. Otro jesuita, el padre Mendiburu, se encuentra entre los mejores escritores de prosa de la xviiimi s. y su estilo despojado y elegante tendrá imitadores. El padre Cardavezaz también merece ser mencionado entre los autores religiosos. Hacia finales de siglo destaca la figura de Juan Antonio Moguel, autor de Perú Abarca, diálogos entre un campesino y un barbero urbano donde, en un estilo lleno de brío, muestra la superioridad intelectual y moral del mundo rural.

El romanticismo en el País Vasco está encarnado por dos talentosos poetas. Pierre Topet-Etchahun, Souletin, oriundo de Barcus, cantó las desgracias de una vida agitada en canciones-poemas que iban desde la queja elegíaca hasta la amarga ironía. El guipuzcoano José María Iparraguirre también tuvo una existencia extraordinaria: desde los 14 años, combatió en las filas carlistas (1833-1839) y se vio obligado a exiliarse, por primera vez al final de la guerra, una segunda. tiempo que siguió a la creación, en 1853, de la Gernikako Arbola, que muy pronto se convertirá en el himno nacional vasco. Junto a ellos, Jean-Baptiste Elissamburu exalta el suelo vasco y la sociedad campesina; Vilinch mezcla acentos conmovedores con su inspiración cáustica.

Los concursos poéticos de la segunda mitad del xixmi, fundada por el mecenas Antoine d’Abbadie, y el movimiento nacionalista vasco a principios de la xxmi Ejercerá una fuerte influencia en las letras vascas. Hay que distinguir dos etapas. El primero, que se extiende hasta la Guerra Civil española de 1936, ve la creación de reseñas literarias y el florecimiento de nuevos talentos: la novela, que había hecho una tímida aparición en el País Vasco de Francia (Dasconaguerre, Elissamburu), encuentra una cierta desarrollo con Domingo de Agirre, el primer verdadero novelista vasco (Kresala [l’Eau de mer], 1906; Garoa [la Fougère], 1912) ; Jean Barbier, con Piarres, vida pintada en Labourd; Jean Etchepare quiere adaptar el euskera a la modernidad y su estilo preciso le da el valor de un modelo clásico. La poesía, sin embargo, sigue siendo entre los vascos el dominio privilegiado de la literatura: Oxobi seguirá siendo el inigualable autor de fábulas; Lauaxeta, trágicamente desaparecida en 1937, Lizardi, Orixe, llevan la poesía a alturas nunca antes alcanzadas, en particular las dos primeras que abren caminos bastante similares a los de la generación de 1927 en España. La segunda etapa comienza después del final de la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial. El País Vasco va emergiendo poco a poco, y a pesar de la dictadura de Franco, del silencio al que se vio obligado. Las nuevas revistas, tanto lingüísticas como literarias, están reemplazando a las antiguas.

Ahora queremos expresar todo en euskera y forjar un idioma moderno para eso. La poesía, de mirada clásica con Iratzeder, se cuestiona, ansiosa, inconformista con Gabriel Aresti (Harri eta herri [Pierre et Pays], 1964; Euskal Harria [la Pierre basque], 1967) y Xavier Lete. El teatro recupera un nuevo vigor gracias a Antonio Labayen, a Telesforo de Monzón, que le da un acento poético, y a Pierre Larzabal, que hace vibrar la fibra patriótica. El ensayo y la novela, influenciados por autores extranjeros, encuentran su cumplimiento en la obra de Txillardegi. Citemos también a Jon Mirande (1925-1972) cuya obra, rechazada durante su vida, despierta interés hoy; Gabriel Aresti (1933-1975), autor de una epopeya del pueblo vasco desde la prehistoria hasta nuestros días, Maldan behera (la bajada, 1960); y Bernardo Atxaga (nacido en 1951), escrito en euskera y castellano, traducido a las principales lenguas europeas y que recibió en 1989 el Premio Nacional de Literatura de España, una oportunidad para toda la tradición literaria vasca de verdadero reconocimiento internacional.

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