Escritor francés (Marsella 1567 – Villefranche-sur-Mer 1625).
Su padre, Jacques, hijo de un embajador en Italia y gobernador de los hijos de Enrique II, se había casado con Renée de Savoie-Tende. Por tanto, el joven Honoré pasó su infancia, con sus hermanos, en un ambiente impregnado de la cultura italiana. H. d’Urfé rimaba del colegio de Tournon, donde estudió, y comenzó, a los 16 años, un poema pastoral, Sireine, que no publicó hasta 1604. Caballero de Malta, luchó durante las Guerras de Religión del lado de la Liga Católica y tuvo que exiliarse por un tiempo al servicio de la Casa de Saboya. En 1600 se casó con su cuñada, Diane de Chateaumorand, cuyo matrimonio había sido anulado (hoy vemos en esta unión menos el triunfo de una pasión contenida durante dieciocho años que un frío cálculo económico), y poco a poco volvió a favorecer con la corte de Francia: en 1603, se convirtió en un caballero ordinario de Enrique IV, al mismo tiempo que publicó el segundo volumen de su Epístolas morales (el primero apareció en 1595), que aumentó en 1608 y 1619.
En 1607 la primera parte de Astrée; otros dos se publicaron en 1610 y 1619; el cuarto, completado por su secretario, Baro, en 1627-1628; el quinto, solo de Baro, en 1628. Esta novela pastoral narra los amores frustrados y luego triunfantes del pastor Céladon y la pastora Astrée. La delicadeza de los análisis psicológicos, la pureza y elegancia de la prosa (con numerosos poemas insertados), el rechazo de la realidad “burda” a favor de un sueño arcadio hacen de este libro una de las obras más significativas de su género. En un enfoque lírico y educativo a la vez, d’Urfé muestra, con la ayuda de numerosas historias insertadas, según las cuales se manifiesta la emoción del amor de diversas formas, y a qué formas ideales debe tender: el amor no escapa ni a fatalidad, ni al heroísmo, ni a las intermitencias del corazón, pero, en su plena expresión, es sumisión absoluta y sueños de fusión total. Exploración del sentimiento en sus laberintos y en sus confusiones, Astrée fue leído y probado a lo largo xviimi s. (La Fontaine proclama su admiración por él) como breviario de precioso amor; pero, más allá de eso, el erudito que fue d’Urfé desarrolló allí una metafísica real, y tesis tomadas del neoplatonismo (cita a Plotino, León el hebreo, Marsile Ficino), mientras testifica de la naturaleza pacífica de Forez o de los grandiosos paisajes de Saboya una sensibilidad rara en su época. También le debemos a Honoré d’Urfé una colección poética (la Saboya, 1609) y una «fábula bocagère» (la Sylvanire o los muertos vivientes, 1625).